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ZONA DE CONFORT

Por Gabriel Princip

El concepto zona de confort se comenzó a mencionar en este siglo. Se utiliza como crítica a grupos de personas que desean una rutina cómoda y escasamente eficaz.

Con estas tres palabras podemos diferenciar una generación de otra. Hoy los jóvenes deliran por un presidente con características dictatoriales, pero con formato de rockstar. Estos son apoyados por el sesenta por ciento de los jubilados. En el medio una generación que promedia su edad laboral.

Hoy las diferencias radicales no pasan por la edad sino por la generación. La juventud no abandona la zona de confort conquistada por sus padres, porque estos se han convertido en esclavos de sus conquistas.

Luego de trajinar duro y parejo en los confines del siglo XX el argentino se encontró con un Estado fuerte. En los inicios del siglo 21 la cultura estuvo presente al igual que una serie de derechos establecidos por una economía nacional que hizo fácil la vida. La zona de confort fue creada y hoy es difícil de mantener.

El trabajador que comenzaba a tener canas hace una década estaba acostumbrado a colocar una ficha para hablar por teléfono, o al llegar a casa hacía una llamada por día. Hoy tiene un pequeño aparato que le permite caminar y comunicarse al instante. Es más ya ni se comunica, envía mensajes urgentes e innecesarios con memes decorativos. Claro que ese aparato tiene un costo que se multiplica por los integrantes de la familia.

A principios de siglo comprabas un disco en formato vinilo o cd. Llegabas a tu casa y disfrutabas de la música. Hoy te colocas un par de auriculares y vas por el mundo distraído escuchando un ruido sin melodía ni armonía que solo agrede, con ritmo, pero con mal gusto.

El político de hoy ni se molesta en ir a un canal de televisión o a un estudio de radio. Envía un tuiter con una serie de adjetivos para que todo el sistema se siga fragmentado.

La generación que hoy observa que la jubilación se aleja en tiempo y morlacos hacía un culto de la cocina, establecía al domingo como un rito la reunión con los suyos y ordenaba su familia compuesta por una madre, quizás dos hijos, el padre y el perro. Hoy algunos humanos de igual o distinto sexo se reúnen bajo un techo alquilado con dos o tres hijos de cuatro patas. Bobby dejó de ser un can y se convirtió en el hijo preferido.

Y así cada espacio se convirtió en una zona de confort que no se abandona. Claro que el precio es muy alto. Es difícil de explicar al humano actual que gobierna un tirano, que cada vez es más pobre, que la famosa expectativa de vida que aumenta es solo expectativa, que los remedios son caros y no curan y los alimentos aumentan diariamente y enferman. La única revolución con estos parámetros es comer pizza los domingos en lugar de los sábados.

El conocimiento fue reemplazado por el entretenimiento. La vocación es un trabajo mal pago que dura tres meses. La amistad es un bien en extinción y la ideología pasó a retiro. Se añora el 17 de octubre, el asado, el jugar por una camiseta, el café, la barra de amigos, el teléfono que te prestaba la vecina, la libreta del almacén y la alegría. Hoy tenemos cientos de herramientas para comunicarnos y agrandar la grieta, la tarjeta de crédito sirve para endeudarnos, los amigos son una foto en papel, el café fue reemplazado por una confitería vacía y cara y el asado se lo observa en películas viejas. Somos sedentarios, ignorantes y gordos, pero con aparatos en colores y creyendo que en tres décadas seremos potencia. Creemos que ese logro se obtendrá por generación espontánea. Pero no muchachos, hay que volver a viejos tiempos con nuevas herramientas porque solamente en el diccionario la palabra éxito esta delante del sacrificio, ¿no le parece?

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