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Vamos con los comedores

Por  Napoleón Solo

El presidente Macri acaba de inaugurar un comedor en Santiago del Estero. Hace un año nos sorprendió la noticia de una carnicería primero, luego, una verdulería que vendían sus alimentos en cuotas. Este año hizo lo propio una pizzería y así estamos avalando a un gobierno en las elecciones que nos otorga una vida en cuotas. Eso sí, a los representantes del gobierno, que nos hizo consumir hasta el hartazgo, lo odiamos, lo insultamos y repetimos cada cinco minutos, “se robaron todo”.

En la década perdida el aplauso era para el gobernante cuando inauguraba una fábrica, una universidad. Hoy rescatamos la figura del presidente porque hay un nuevo comedor en la Argentina.

Ahora, usted que avala con su voto a este gobierno, ¿Sabe que si se  abre un nuevo comedor es porque los pibes no tienen acceso a la comida? Lo sabe y si lo sabe, ¿Por qué lo vota? Pero esta idea gastronómica hace surgir otras iniciativas. Ejemplo, ¿Por qué el jefe de gabinete Marcos Peña no empieza a inaugurar ochavas o veredas con el saludable color amarillo para que nuevos pobres puedan dormir en esos magníficos espacios públicos?

También puede inaugurar Patricia Bullrich, salitas de emergencia en pleno microcentro para poder sanar a aquellos que intercambian opiniones con la autoridad y  protestan por su injusta situación laboral. Y cuando a la poli, a la yuta y al milico se le va la mano tener una casa velatoria  a mano. Éstas las podría inaugurar algún radical.

Al mismo tiempo, Ritondo podría abrir una empresa de detectives privados para hallar la gente que le desaparece en las marchas. También el ministro de la producción podría abrir una fábrica de guantes y otra de latas. La idea es que cada argentino posea un par de guantes o una latita en la mano para colocarse en un rincón del subte o del andén del tren. Acá tendría que actuar la AFIP en el sentido recaudatorio y confiscatorio. El impuesto a la limosna sería del 50 por ciento y pagaría ganancias e ingresos brutos.

Diego Santilli podría abrir una cadena de plazas, Bergman una fábrica de bancos para plaza y Carolina Stanley una consultora del tratamiento del césped en la capital. Con estos tres líderes amarillos estarían controlado la función del croto aunque linyera porteño. Se le cobraría la noche en un banco de la plaza. Si no alcanzara a financiar el banco, el croto podría acceder a un trapo sobre el césped, allí recaudaría Stanley.

Siguiendo esta línea de trabajo un beneficiado sería el ministro de economía. Se reduciría la desocupación, aumentaría el consumo, bajaría la recesión y la inflación y el objetivo pobreza cero estaría más cerca. Por eso, si usted que avala este gobierno con su voto, ayude a Macri. Socorra a su prójimo. Siga votando amarillo y tendremos más comedores, más crotos y más desaparecidos.

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