Un faraón olvidado y una tumba monumental resucitan el legado de una dinastía borrada de Egipto.

La tumba del faraón sin nombre en Abidos podría revelar una dinastía perdida que rivalizó con el Valle de los Reyes

Durante siglos, el esplendor de Egipto se ha contado a través de las tumbas de los faraones más célebres: Tutankamón, Ramsés II o Seti I, todos ellos enterrados en el famoso Valle de los Reyes, en Tebas. Pero al norte de Luxor, en una colina desértica llamada Montaña de Anubis, el pasado ha empezado a hablar con voz propia. Un hallazgo reciente en Abidos, una ciudad sagrada para los antiguos egipcios, está reescribiendo los mapas funerarios del país del Nilo. Allí, bajo siete metros de arena, arqueólogos han desenterrado una tumba real monumental que guarda más preguntas que respuestas. Su ocupante fue un faraón. Su tumba, digna de un rey. Pero su nombre… se ha perdido.Más allá del misterio inmediato —¿quién fue este rey anónimo?—, el descubrimiento abre una puerta a un relato mayor: el de una dinastía real que gobernó desde Abidos durante uno de los momentos más turbulentos del Antiguo Egipto. Y quizá más importante aún: plantea si esta necrópolis podría haber sido, en su día, tan relevante como el propio Valle de los Reyes.
El faraón sin nombre: símbolo del olvido y la resistencia
El simbolismo del “faraón sin nombre” no es menor en una civilización que veneraba la permanencia de la memoria. Para los egipcios, que el nombre de un rey quedara inscrito era asegurar su existencia eterna. Suprimirlo, borrarlo o perderlo era condenarlo a la inexistencia en el más allá. Por eso, la pérdida del nombre de este soberano representa un trauma arqueológico, pero también una metáfora histórica: el olvido intencionado o el abandono de una línea real al margen de las dinastías oficiales.
No es casual que este faraón se encontrara en Abidos, lugar sagrado desde el Reino Antiguo y centro del culto a Osiris, dios de la resurrección. Muchos reyes quisieron ser enterrados aquí para reposar cerca del corazón espiritual del país. Pero durante el llamado Segundo Período Intermedio (ca. 1640–1540 a.C.), Abidos fue más que un santuario: fue un reino en sí mismo.
Durante esta época caótica, Egipto estaba dividido en al menos cuatro poderes regionales. En el norte, los hicsos, invasores de origen asiático, controlaban el Delta. En el sur, Tebas resistía como bastión del poder tradicional. Pero en medio de este tablero fragmentado, surgió en Abidos una dinastía no registrada en las listas oficiales. Sus reyes, como Senebkay, Senaiib o Paentjeni, gobernaron desde la ciudad sagrada, usaron el título de “rey del Alto Egipto” y se hicieron enterrar en una necrópolis construida desde cero en la ladera occidental del desierto.
La tumba hallada en 2025 —mayor que todas las anteriores y dotada de impresionantes cámaras abovedadas de ladrillo y muros de caliza—, sobre la que ya te hablábamos hace apenas unas semanas, podría corresponder a uno de los fundadores de esta línea. Su monumentalidad no deja lugar a dudas: no era un noble cualquiera, sino un faraón con aspiraciones de legitimidad. El hecho de que su nombre haya sido destruido por saqueadores o el paso del tiempo solo alimenta la hipótesis de que su memoria fue, en algún momento, sistemáticamente borrada.
De hecho, aunque la tumba no contenía restos humanos que permitieran identificar con certeza a su ocupante, los arqueólogos están convencidos de que perteneció a un faraón que gobernó el Alto Egipto en una de las etapas más convulsas del país: el Segundo Período Intermedio, entre los años 1640 y 1540 a. C. Todo apunta a que se trata de un miembro de la enigmática dinastía de Abidos, una línea de reyes que surgió en un contexto de fragmentación territorial y que sigue siendo una de las más desconocidas del antiguo Egipto. El soberano enterrado en esta tumba monumental podría ser uno de los tantos monarcas de esa época que nunca llegaron a figurar en las listas oficiales de reyes, como si su legado hubiera sido intencionadamente borrado de la historia.
La Montaña de Anubis: ¿el otro Valle de los Reyes?
Este nuevo hallazgo no solo revela un rey olvidado, sino que obliga a reconsiderar el papel de la necrópolis de Abidos. Hasta hace unas décadas, el gran referente de tumbas reales era el Valle de los Reyes, en la orilla occidental de Tebas. Allí se enterraron los faraones del Reino Nuevo, desde Tutmosis hasta Ramsés. Sin embargo, la Montaña de Anubis en Abidos está revelando una lógica funeraria similar: tumbas monumentales, alineadas en sectores, con pasillos, cámaras y simbología asociada al renacimiento y a los dioses protectores.
La tumba descubierta se suma a otras ocho halladas en la misma necrópolis, vinculadas tentativamente a la dinastía de Abidos, y su tamaño supera con creces al de la tumba de Senebkay, descubierta en 2014. Su arquitectura sugiere una planificación a largo plazo, no un enterramiento improvisado. Y eso indica algo aún más profundo: que Abidos no fue solo un refugio de reyes olvidados, sino un auténtico foco de poder con una ideología funeraria propia.
Mientras el Valle de los Reyes se asocia a la consolidación del Reino Nuevo y la proyección imperial de Egipto, Abidos representa el Egipto fragmentado, las luchas regionales, la resistencia local. Pero ambas necrópolis comparten una voluntad de inmortalidad y una sofisticación arquitectónica sorprendente.
Reconstruyendo un linaje roto
Gracias a las tumbas descubiertas en Abidos desde los años noventa, los arqueólogos han podido reconstruir parcialmente el linaje de esta dinastía. Se sabe que Senebkay fue un rey guerrero: su esqueleto presenta al menos 22 heridas traumáticas que indican una muerte en combate. Él podría haber combatido contra los hicsos, o contra los tebanos. A su alrededor se descubrieron otras tumbas reales, pero la mayoría estaban sin inscripciones. La tumba de 2025, con restos de pinturas en yeso, jeroglíficos y simbología funeraria, representa una excepción: tenía todo para ser identificada… excepto el nombre.
Las hipótesis actuales sugieren que el ocupante pudo haber sido Senaiib o Paentjeni, dos reyes que aparecen en estelas dedicadas a Osiris en la zona, pero cuyas tumbas jamás se habían encontrado. La ubicación de la nueva tumba en un sector más antiguo de la necrópolis fortalece la idea de que fue uno de los primeros reyes de esta línea. De hecho,
Si los arqueólogos logran encontrar un fragmento de vaso canopo, una losa secundaria o restos de ofrendas con su nombre, podríamos finalmente reescribir una página perdida de la cronología egipcia. Por ahora, se trabaja con escáneres de alta resolución para analizar los jeroglíficos parcialmente destruidos. También se están estudiando capas inferiores del yeso pintado, en busca de trazas invisibles a simple vista. Es una carrera contra el tiempo… y contra el olvido.
Más que una tumba: una advertencia del pasado
Este faraón sin nombre es, en cierto modo, un símbolo de todos los reyes que el tiempo ha borrado. Pero también es un recordatorio de que la historia no se construye solo desde los imperios, sino también desde los márgenes, desde aquellos que resistieron, que soñaron con la eternidad y cuya huella permanece bajo capas de arena.
Abidos, con su necrópolis aún en expansión, desafía el monopolio funerario de Tebas. Su historia, hecha de fragmentos, tumbas saqueadas y nombres apenas legibles, está siendo reconstruida poco a poco. Y quizás, como en los antiguos rituales egipcios, este nuevo descubrimiento permita “volver a pronunciar el nombre” del faraón perdido… y devolverle la vida eterna.Christian Pérez -MUY INTERESANTE.