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¿Somos nacionalistas?

Por Kurt Winkels

Con suma facilidad se dice que Argentina es el país menos nacionalista de América Latina. Cuando se pregunta el por qué, las respuestas pueden ser dos, que poseemos una clase media apátrida o la gran cantidad y diversas inmigraciones a lo largo de la historia. Pero, ¿Por qué somos poco o casi nada nacionalistas?

Cuenta Alberto Alcaraz en la obra Pensamiento Nacional,  que para analizar el concepto nacionalismo, Hernández Arregui apeló a la interpretación marxista de la historia, sugiriendo que entre nacionalismo y marxismo no existían incompatibilidades. En ese punto residía el aspecto más innovador de su propuesta ya que el replanteo de la teoría nacionalista era analizada no desde la perspectiva clásica del marxismo europeo, cuestión que le reprochaba a los tradicionales partidos de izquierda argentinos. Su propuesta se plasmó en una inversión del paradigma al modo en que Marx y Engels hicieron respecto a la filosofía clásica alemana de Kant, Fichte y Hegel en las ciencias humanas e históricas para replantear con la metodología del materialismo histórico la emancipación de las masas desde la perspectiva de un país colonizado.

Hoy los argentinos estamos divididos, la grieta más famosa de nuestra historia nos dividió en forma partidaria pero ideológicamente el país permanece partido en dos desde los tiempos de la colonia, existe una patria y una anti patria.

Quienes integran el formato anti patria respetan en demasía lo foráneo, el afuera y apoyan a todo gobierno liberal que les permita comprar chucherías importadas. Todo aquello que provenga del primer mundo tiene un plus sobre la industria nacional que en estos tiempos vemos como se va consumiendo.

Alcaraz dice que: “La dependencia de las naciones de la periferia fue organizada por las potencias colonialistas en función de la división del trabajo, creando la brecha entre los países desarrollados y los subdesarrollados. Esa organización económica del mundo entre metrópolis y periferia respondía a los intereses que fue tejiendo la corona británica durante su hegemonía mundial, aliándose para ese fin con las elites locales que actuaron como apéndices de los intereses imperiales”.

Por su parte, Hernández Arregui consideró que la independencia formal no era el requisito fundamental en el proceso de conformación de una verdadera nación. Un país colonial, aunque tenga gobierno propio, si no es dueño de su economía tampoco lo es de su suelo, ya que , al depender de otra nación o grupos de naciones acreedoras, es y será siempre, como país deudor, una factoría encadenada a la metrópoli de superior poderío económico y militar.

Mientras tanto, Arturo Jauretche sostuvo que las experiencias de Juan Manuel de Rosas en la primera mitad del siglo XIX, luego el yrigoyenismo y finalmente el peronismo en el siglo XX fueron los procesos y experiencias de gobierno que decantaron hacia una verdadera toma de conciencia de un proyecto de autodeterminación nacional que se expresó abiertamente tras el agotamiento del modelo liberal conservador que tuvo su mayor apogeo en la generación del 80’.

Pero Arregui, sostiene Alcaraz, consideró que el discurso patriotero del nacionalismo no era en sí mismo el disparador de un proyecto emancipador, ya que así, como las oligarquías levantaron a sus próceres vinculándose a una falsa idea de nación ligada a sus intereses, reprodujo esa falsa consciencia patriótica mediante la “historia oficial” enseñada en escuelas y universidades, presentando una perspectiva de nación posible, en los términos de Sarmiento como la única alternativa viable, la civilización de Buenos Aires o la barbarie de los caudillos del interior.

Entonces nos seguimos preguntando si el argentino es nacionalista o no, si prefiere una nación a una colonia o un modelo nacional o no en la economía.

Arturo Jauretche afirmó enfáticamente que el proceso peronista es el único ensayo de política económica nacional que el país ha tenido. Las otras incógnitas de cómo es el argentino, la contestaron las últimas elecciones.

 

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