OpiniónSociedad

S.O.S: Soy jubilado

Francisco M. Silva

El karma de ser jubilado es un tema que afecta a muchas personas en su vida luego de
dedicarle gran parte de ella al trabajo. Cuando alguien se jubila experimenta una metamorfosis reveladora: Pasar de una vida activa a ser una persona sin ocupación. Circunstancia que puede ser por demás compleja y afectar de manera grave la mente, los sentimientos y la integridad de una persona.

Ser jubilado en Argentina es un castigo más que un reconocimiento a los largos años en los que
el trabajador día tras día cumplió con sus obligaciones laborales y la crisis de los jubilados en el
país es una realidad dolorosa y enmarañada.

Un informe de la cadena CNN Español señala que “casi tres de cada cuatro jubilados en
Argentina perciben un ingreso que no llega a cubrir la canasta básica del adulto mayor
elaborada por la Defensoría de la Tercera Edad”. Esta situación es por demás dramática y
afecta a muchos adultos mayores que luchan por sobrevivir con sus magras jubilaciones o
pensiones.

Las jubilaciones en Argentina se financian con los aportes de los trabajadores en actividad. Sin
embargo, la proporción actual de 2 trabajadores por cada jubilado es insuficiente. Según el
Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA), un centro de estudios especializado en la
temática del mercado laboral, “debería ser 4 trabajadores por cada jubilado para que éstos
perciban el 82% del salario que ganaban mientras estaban activos, un mínimo establecido por
la Ley 27.426 art. 5, y que raramente se cumple”.
Yo, cuando trabajaba, nunca pensé que me iba a tener que jubilar. Hasta que un día me llegó la
tan temida notificación y la gran muralla empezó a derrumbarse a mí alrededor: ya era un
integrante más de la mal llamada y vapuleada clase pasiva. Y aunque a mis 69 años todavía
poseo mucho potencial para desarrollar, ya no califico para el mercado laboral, soy material de
descarte, soy viejo.

En la antigua civilización romana se crearon normas de protección a los mayores para
brindarles un retiro digno, ya que los hijos tenían la obligación de cuidar a sus padres o
ascendientes mayores.

En Japón, se respeta y venera a los ancianos de manera tradicional. Esto se debe a que se
considera que los ancianos poseen una valiosa experiencia y han contribuido
significativamente a la construcción de la sociedad. Este respeto hacia los ancianos tiene sus
raíces en la tradición confucionista y a diferencia de muchos países occidentales, los japoneses
mantienen esta cultura que honra a los adultos mayores.

En Estados Unidos, existen sitios especializados en encontrar trabajos para personas mayores y
hay empresas que valoran la experiencia de los jubilados. Considero muy importante comentar
que en Norteamérica, la Ley contra la Discriminación por Edad en el Empleo (Age
Discrimination in Employment Act, ADEA) de 1967 protege a los empleados y solicitantes de
empleo mayores de 40 años de la discriminación por edad en el empleo.

En nuestro país, los sistemas de ajuste siempre dejaron y dejan en desventaja a los jubilados
porque los índices inflacionarios se disparan de manera alarmante a través de los años y las
jubilaciones pierden constantemente poder adquisitivo. Las fórmulas empleadas por los
cráneos de los sucesivos gobiernos para actualizar los haberes jubilatorios nunca funcionaron,
todas fallaron, ninguna llegó a igualar los magros haberes con el desenfrenado avance de los
precios, arrastrando a los jubilados por debajo de la línea de pobreza. Pero las jubilaciones de
privilegio jamás pierden vigencia.

El daño moral, psíquico, material, sanitario, intelectual que sufrimos los jubilados es tan grave
como nefasto. El arbitrario manejo de los fondos de la ANSeS durante la dinastía K, que en vez
de utilizar los recursos para mejorar nuestros ingresos, derivaron a gastos completamente
ajenos al sistema previsional, llámese, sostener a la runfla planera, financiar los déficit del
Tesoro Nacional, y/ o la campaña electoral.

Sumergieron a la Argentina en una crisis que parece no tener cura. La destrucción de la clase
media fue bestial y la indigencia es la faceta más evidente de esta dura realidad. El futuro no
tiene futuro, como en las películas distópicas: millones de chicos menores de 14 años mal
alimentados, millones de gente en situación de calle, millones de jubilados al borde de la
extinción y la dirigencia política no parece comprender que el tiempo poco a poco se va
agotando.

Francisco M. Silva
DNI: 11500849

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