Por Dany Wilde
La sociedad no encuentra el camino real para poder frenar un ajuste salvaje. La gente se halla perdida en la confusión que implantó el gobierno de derecha y no ve la luz a una solución para lograr el bienestar de las mayorías.
Y no lo encuentra por varias razones, destacándose dos que malversan el pensamiento nacional. 1) Existen dirigentes que confunden a la gente mostrando discursos vacíos y señalando nombres y apellidos delante de la palabra corrupción, con lo cual el votante se pierde en el mar de declaraciones sin sentido reproducidas por los medios dominantes en cadena. 2) La colonización mental sigue estacionada en la sociedad argentina ofertándose como trampa para detener cualquier ansia de libertad de un país que estuvo a punto de transformarse en nación y hoy es una colonia con clima subtropical y con dos clases sociales.
Pero está película es repetida. Cada vez que accede al gobierno una secta liberal y pro-imperialista sucede lo que acontece en la actualidad. En su libro “Polémicas”, Arturo Jauretche se preguntaba “¿Para que pierden tiempo en condenar a la sociedad de consumo, cuando en la Argentina cada vez se consume menos? ¿Para qué discuten acerca del divorcio si el gran problema de las multitudes argentinas es casarse y el otro gran problema es el de los hijos con apellido materno? ¿Por qué llaman pajuerano al hombre de las provincias que es, precisamente, del interior, es decir de adentro y no de afuera? ¿Por qué los más furiosos antirracistas cuando de los judíos se trata, resultan entusiastas racistas respecto a nuestros paisanos de provincias a los que califican desdeñosamente de “negros” y “cabecitas”? ¿Por qué proclaman que Sarmiento no faltaba a clase en los días de lluvia, si muy difícilmente llueve en San Juan en el período escolar? ¿No comprenden que asesorarse con técnicos extranjeros o con el FMI es lo mismo que ir a comprar al almacén guiándose por el manual escrito por el propio almacenero?”.
Este espacio amarillo que nos gobierna repite zonzamente que antes estábamos fuera del mundo y ahora adentro. Claro que esa incorporación nos costó caro, por lo menos hasta mayo de 2017 ya se solicitó 91 mil millones de dólares por deuda, que por el momento es para gastos corrientes.
El vasco decía “No se trata de incorporarnos a la civilización, colonialmente, sino de que la civilización se incorpore a nosotros para asimilarla y madurarla con nuestra propia particularidad”.
Y justificaba este concepto agregando: “Porque de nuevo se comprueba que, como decía el viejo Lencinas, con alpargatas se asciende a las montañas, mientras con los malos libros se desciende a los infiernos del pensamiento colonial y se termina en las asesorías de los monopolios extranjeros”. Prosigue Jauretche: “¿Y como no enrojecerá el académico de ciencias económicas cuando se le demuestra que Estados Unidos, Japón y Alemania alcanzaron su alto grado de desarrollo económico porque abominaron del liberalismo económico y aplicaron una política protectora de sus industrias y creadora del mercado interno, frente a la codiciosa prepotencia de Inglaterra, previamente proteccionista y luego librecambista porque ya estaba desarrollada?”.
Parte de la clase media colabora con la confusión general otorgando el voto a aquellos “que dialogan” y negándolo a “esos autoritarios peronistas” como si la economía tuviera que ver con alguna característica ética. Solamente una minoría es favorecida por el actual presidente y en ese espacio no se halla la clase media que gasta más dinero en pagar impuestos, tarifas y alimentar a su familia que en el tiempo de la yegua. Apostó a un cambio para mejor y fue estafada y por no reconocer su error justifica su escasa sabiduría política calumniando a todo aquello que tenga perfume K. Todavía no entendió que las matemáticas son una ciencia exacta y la política es opinable. Los planes económicos no entienden de adjetivos cargados de odio sino de números y proyecciones políticas.
Para el voto amarillo que ha sido estafado, si sigue insistiendo apoyando a quien no lo beneficia seguirá viviendo mal y en el curso del tiempo nada se resolverá para bien. El reconocer un error o cambiar de opinión es de gente inteligente, el repetir un error o votar partiendo del resentimiento es pensar en nada.