Por Gabriel Princip
Que el gobierno funciona como una empresa no cabe ninguna duda, y como tal, debe generar ganancias para el directorio que comanda la empresa, buenos sueldos para aquellos cargos gerenciales y salarios bajos para las mayorías. Y así está funcionando el país, con un presidente que garantiza un ajuste continuo, que transfiere bienes de las clases medias y bajas hacia las altas, y que un tercio y monedas de la ciudadanía aprueban y avalan en forma incondicional.
La sociedad reitera viejos errores. El mismo esquema económico se vivió entre 1976 y 2003. La era K, con sus errores y sus corruptos, cambió el modelo para salir del infierno y poder ampliar derechos mediante una economía nacional.
La actualidad nos marca que el gobierno de derecha que ganó los comicios del 2015 le interesa nada el país y busca privatizar cada rubro del estado hasta achicarlo a su mínima expresión repitiendo la era pre peronista.
La década infame tuvo su traspié en 1943 con la revolución del Grupo de oficiales unidos (GOU) y su certificado de defunción con la llegada de Perón al poder. Pero el sistema no perdonó tamaña osadía y la revolución fusiladora se encargó de hacérselo saber al obrero.
Juan José Hernández Arregui para retratar ese siglo XX en su obra “Peronismo y socialismo” dijo: “Centenares de empresas argentinas han sido traspasadas- mediante las devaluaciones- a capitales extranjeros. El endeudamiento externo, correlativamente, ha llegado a extremos vejatorios. A las sucesivas devaluaciones siguieron emisiones incontroladas de papel moneda, con la subsecuente baja del salario real y la reacción general de las transacciones comerciales, quebrantos en masa, etc., asociado este retroceso económico a la crisis de la mediana y pequeña industria, consecuencia de esta desnacionalización de la economía. El capital financiero imperialista arrasaba con todo. El sistema bancario del Banco Central, los bancos nacionalizados depositarios del ahorro nacional, fueron sustituidos por la apropiación y extranjerización de todas las instituciones de crédito. Esta política tuvo por finalidad derogar el sistema proteccionista del período peronista. Las ganancias fueron giradas libremente al exterior y se suprimieron los controles a las inversiones extranjeras.
Además, agrega Arregui, derribado Perón, se inició, con ritmo vertiginoso, el traspaso de la industria nacional. La sustitución de importaciones, operada durante el peronismo, es decir, la prioridad de artículos de fabricación nacional sobre los similares extranjeros, fue suplida por un régimen increíblemente adverso al interés nacional. Los privilegios al capital extranjero volvieron en tren de conquista. Todas las defensas fueron derribadas. Nuevas franquicias aduaneras a favor de las importaciones foráneas, incluso favorecedoras del dumping, es decir, de la competencia desleal, el dislocamiento del vigoroso mercado interno, etc., acabaron pronto con la independencia económica y la soberanía política. Los sectores básicos de la riqueza argentina- electricidad, petroquímica, automotores, maquinaria industrial y eléctrica-pasaron, con la obsecuente gracia de los gobiernos militares y civiles que se iniciaron con Lonardi, a posesión extranjera. El proceso continúa- finaliza Arregui- hoy día sin pausa. El 60 por ciento de la industria argentina no nos pertenece. Las llamadas “inversiones extranjeras” no han beneficiado al país. El objeto han sido las ganancias rápidas en un mercado consumidor”.
Así hablaba Arregui de una Argentina recolonizada. Arregui murió en 1974, es decir, no vivió el proceso, ni el menemismo y menos aún la alianza y el macrismo. No le hizo falta, se hubiera aburrido y afligido porque la historia se repite y la sociedad se equivoca una y mil veces y siempre para peor.
El viejo peronista que adora a Perón y vio como los parientes lejanos de este gobierno persiguió y fusiló a su causa no puede avalar al gobierno actual porque odia a Cristina. Arrastrado por un resentimiento sin sentido e influenciado por los medios dominantes se convierte en un vulgar antiperonista.
Gracias a los Randazzo, a los Massa y a un 50 por ciento de la sociedad el país se encamina a repetir los horrores que hicieron de la Argentina una colonia negando a aquellos cumplieron con las banderas peronistas.
Pero todo tiene un final, todo termina. El 23 de octubre la derecha tendrá que explicar su forma de gobierno. Cristina será senadora pero sin posibilidades de volver. El enemigo estará guardado y es la hora de Macri. La sociedad toda comprenderá que avalaron a quien viene por la quita de derechos. Macri logrará la reforma laboral, la tributaria y el empobrecimiento de la población. Cristina no volverá a la presidencia pero el media clase si retornará a la clase baja. No se aprende más.