Por Simón Templar
Federico Bernal alguna vez analizó a Jauretche, en especial su obra “El medio pelo en la sociedad argentina”. Bernal explicó: “Jauretche estudió en el medio pelo como fue que Estados Unidos resolvió su propia cuestión nacional, brindándonos junto a Abelardo Ramos y Enea Spilimbergo, las claves dialécticas y analíticas para profundizar dichos ejemplos, buscar nuevos y, fundamentalmente, nacionalismos en términos de patria grande, esto es, desde una posición nacional. Breve paréntesis que bien vale la pena a los tiempos que corren y al rol del intelectual afín al cambio de época suramericano. Jauretche definía “posición nacional” como, una línea política que obliga a pensar y dirigir el destino del país en vinculación directa con los intereses de las masas populares, la afirmación de nuestra independencia política en el orden internacional y la aspiración de una realización económica sin sujeción a intereses imperiales dominantes”.
Resumiendo, este pensamiento se puede hablar de las bases del peronismo, independencia económica, soberanía política y justicia social. Entonces cabe la pregunta, ¿Qué gobierno hoy interactúa con esas ideas? Se puede decir que Bolivia, quizás Ecuador. Por otra parte, Trump tiene ganas de comenzar a militar dentro del peronismo. Lástima su incontinencia verbal.
Cuantas veces escuchamos de un dirigente peronista “Los días más felices fueron, son y serán peronistas”. No es una frase de campaña. En el 46´ o en el siglo XXI el modelo que se siguió fue la idea que explicó Jauretche. Un modelo nacional, con inclusión de las mayorías con respeto por las minorías y con independencia de los intereses imperiales.
Hoy, la tristeza invadió al país para tener copado el territorio y cooptar las mentes no colonizadas. Cuenta con el aval y la protección de la clase media, cadete del poder real.
Macri sabe que la tristeza, la pena, la desolación y la depresión son aliadas incondicionales de su proyecto. Armó un gran frente. A estos se le unieron la ignorancia, la soberbia, la estupidez, la mediocridad y el saqueo. Cada uno de ellos en forma particular y luego unidos en una gran alianza constituyen el arma más poderosa de las corporaciones que junto a su cara visible son los autores de la mayor entrega de la nación nunca antes visto.
Por eso la auto calificación que realizara Macri resulta exigua, amarreta, pobre. Un ocho es escaso, su nota realmente justa es un diez. El presidente recibió un plan diseñado por el poder y lo ha cumplido a rajatabla.
Partiendo de la discriminación y la mentira en forma serial ha convertido un país en una colonia. La clase trabajadora, habitantes de la clase media, se encuentran en vías de extinción. Los pobres luchan denodadamente para no perecer. El hambre cero es una utopía y la pobreza cero, una mentira mas de tantas.
La verdadera democracia, decía Perón, es la que sirve a los intereses del pueblo. Evidentemente el presidente no leyó a Perón o le interesa poco y nada el pueblo. Desde el amanecer de su gestión hasta el momento cada medida gubernamental es una lágrima popular. Cada día un suplicio, cada palabra una mentira y cada noche un sueño. El sueño de que al despertar nos encontremos con el escudo nacional y la cadena en la tele para enterarnos de su renuncia. Por ahora, ese sueño sólo se transforma en una pesadilla diaria. Esa que nos permite despertar y comprobar que el fascismo está de moda y que el conocimiento se exilió.