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Marí Marí deleitó en San Isidro

Más de 40.000 vecinos disfrutaron anoche en Boulgone del cierre del Carnaval de San Isidro. Nueve murgas locales y Marí Marí, la comparsa más ganadora de Gualeguaychú, le dieron ritmo y color a este evento familiar y gratuito, organizado por la Subsecretaría General de Cultura de San Isidro, que se extendió por casi seis horas sobre una avenida Rolón vestida de fiesta.

“Cientos de chicos que a lo largo del año aprenden baile, ejecución y reparación de instrumentos, armado de trajes y se comprometen en sus respectivos barrios con un proyecto cultural que trasciende lo artístico. Estamos felices porque la familia, como ocurrió en la jornada de apertura, en Martínez, está reunida para ver y disfrutar de sus elencos, y también de Marí Marí que ya pertenece a todos los argentinos”, expresó el intendente Gustavo Posse, que al borde la pasarela disfrutó a la par de todos.

Con la amena conducción del Pollo Álvarez y Santiago Marochi, entre ambas fechas participaron 17 murgas locales, unos 1.500 artistas y más de 70.000 personas. Cifras elocuentes de un evento que no para de crecer. “Era muy necesario recuperar esta fiesta y lo hemos logrado en estrecha colaboración con cada una de las murgas. Hoy tenemos un Carnaval muy profesional, con un escenario privilegiado y un nivel en constante ascenso. Realmente -expresó Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria General de Cultura de San Isidro-, se advierten mejoras sensibles en cómo suenan, las coreografías, las puestas en escena. Es un placer ver el arte de nuestros murgueros, y que la gente lo valore y reconozca”.

Alegría, alegría…

En el corsódromo, tribunas repletas de gente, brillos, color, música y baile. En las veredas, una inofensiva guerra de espuma que no sólo convocó a los más chicos. “Mucho no pude ver todavía de las murgas, pero me estoy divirtiendo un montón”, aseguró Virginia Sejo con el rostro blanco por la espuma que le acababa de tirar su sobrina, sin saber que, además de jugar se sumaban a un fin solidario, ya que parte de lo recaudado por la venta de los aerosoles será destinado a la Asociación Cooperadora del Hospital de Boulogne.

“Imaginate, todo el año pensando en esto. Con la mirada buscas a tu familia, a los vecinos, y están todos”, dijo conmovido y con el torso desnudo Damián Dipp, bailarín de Los Auténticos de Boulogne (la primera en desfilar), luego de más de 400 metros, casi desde el túnel hasta Olazábal, de adrenalina sin límite, saltos acrobáticos y brazos que se movían como rayos.

Balcones con vecinos atentos a todo, gastronómicos que cumplieron la prohibición de venta de alcohol, celulares en alto para la foto del recuerdo, zancos voladores, lentejuelas en las chaquetas, bastones y galeras iluminadas, y murgueros de todas las edades en acción formaron parte del corso que siguió con Los Elegantes de Boulgone y Los Soñadores del Bajo Boulgone, de trabajados trajes rojos y blancos, que se despidieron con una furiosa y aplaudida batucada en Olazábal, que se extendió, incluso, vallas afuera. “Hay que tener oído…con una seña todos saben lo que tienen que hacer. Esto es único, no se puede describir”, aseguró Alan (Lolo) Sánchez, del Bajo Boulogne, que con sólo 24 años dirige a los 65 intensos percusionistas de esta murga.

Luego fue el turno de Los Chiflados de Boulogne, de los barrios Covicom, Santa Rosa y Obrero, Los inesperados de Martínez, de El Congo,  Los soñadores de Beccar y Los Fantoches de San Isidro, integrada por habitantes de La Cava. “Tuvimos que cortar las vacaciones porque mi hijo no paraba de llorar. Quería estar acá. Es ése, Joaquín, tiene ocho años y toca el redoblante. Los pantalones se los hice yo”, comentó orgullosa su mamá en el túnel de Rolón, donde Los Distinguidos de Boulogne, locura de los vecinos del barrio Santa Rita, esperaban ansiosos el momento de salir al ruedo.

Otro que no quiso perderse el desfile por nada del mundo fue Pablo Lisarraga, que esta vez tuvo que dejar el zurdo. “El año que viene, cuando camine, vamos a desfilar juntos”, prometió el percusionista de Los del banquito de Beccar, mientras caminaba feliz a la par de sus compañeros con Xamaira en brazos, su hija de ocho meses, dormida y con el traje flamante de la murga.

A modo de cierre, Marí Marí desplegó lo que todos esperaban, batucada, fantasía, mucho brillo, físicos esculturales y unos 70 activos integrantes con vistosos estandartes y disfraces que le dieron color a Bazofia, un espectáculo que destaca la importancia del cuidado de la naturaleza. Así, aves empetroladas, muy oscuras, pero divertidas, al fin, les fueron dando paso a otras muy coloridas, de picos puntiagudos y tambores contagiosos, que, como anticipando el fin de fiesta, lentamente, bien pasada la medianoche, se fueron perdiendo por la avenida.

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