Por Carlos Galli
El Centro Cultural Kirchner, reunió el 30 de octubre a miembros del Gabinete Nacional, Gobernadores, sindicalistas y el círculo rojo del primer mandatario.
El presidente de todos los argentinos realizó un discurso que arrancó muchos aplausos y también, algunos cuantos silencios.
La Unión Industrial Argentina, en boca de su titular, Miguel Acevedo, se mostró muy satisfecha con las expresiones vertidas por el Ingeniero Macri. Si los banqueros estuvieron en un todo de acuerdo con las reformas que se vienen, si la mayoría de los empresarios de los distintos rubros, están entusiasmados y enrojecieron sus palmas por los aplausos brindados al Presidente de la Nación, es que algo raro está por ocurrirnos a los que laburamos entre ocho y diez horas por día.
Si los servicios públicos aumentarán entre un cuarenta y un ciento por ciento y los jubilados y pensionados recibirán trimestralmente un aumento conforme a una inflación dibujada, si habrá despidos en el sector estatal, significa lisa y llanamente que los trabajadores la pasaremos muy mal.
Si un país tiene indudablemente que crecer, con el esfuerzo de todos, entiendo que los políticos tienen que dar el primer paso achicando los gastos que la política tiene. Los jueces deberían ser los menos privilegiados, con sus altísimos salarios y con la enorme ventaja de no pagar impuesto a las ganancias; que el empresario deje de ganar desmesuradamente.
Entonces, como siempre lo hemos hecho, los trabajadores ponderemos nuestra enorme cuota de sacrificio porque, en definitiva, el hilo se corta por lo más delgado. Si todo esto ocurre, es seguro que tendremos una Nación próspera, en crecimiento y en constante desarrollo.
Si el Ministro de Trabajo, Jorge Triaca, ya entregó un borrador a los dirigentes gremiales con las futuras reformas laborales esto indudablemente tiene un sólo significado: que los trabajadores, los obreros, la inmensa masa sudorosa, estamos a un paso del precipicio y a unos pocos metros del abismo.