
El otoño se hace presente con un verano que no se va y una lluvia de primavera que se instala. En otros tiempos veíamos la lluvia por la ventana y exclamábamos “torta frita y mate
para todos”. Hoy la harina aumenta mes a mes, el aceite que compramos es el más berreta y
para el mate usamos la yerba de ayer que secamos.
La alegría de la torta frita es la tristeza de saber que con la lluvia muchos paisanos la pasan mal
debajo de chapas agujereadas y barro como piso terminado. La televisión que a veces
encendemos nos indica lluvia toda la semana acompañando a los desastres de Macri que se
han convertido en un tsunami interminable.
El linyera no encuentra donde guarecerse, quien vende paraguas vende menos, la gente corre
sin saber hacia dónde, pero corre. La lluvia nos persigue, y formó un grupo de tareas, atrás
vienen uniformadas, la tristeza, el lamento, la crisis, la desocupación, la mentira y la trampa.
Su ideólogo Macri está escondido al igual que la alegría.
La lluvia es incesante al igual que la inflación. Las gotas se horadan el alma y el cuerpo, la
inflación se convierte en recesión esta en estanflación y todos juntos en pobreza, la previa a la
entrega total de lo que supo ser una nación.
Sigue lloviendo, el agua no molesta porque en el campo no llega. En la ciudad produce tanta
depresión como el actual gobierno. El burro está en el sillón y como es burro no sabe cómo
conducir a una mayoría triste, pobre y mojada. Los tiempos de la yegua se extrañan porque
con la alegría presente cuando llovía salía el radiante sol en minutos. No es lo mismo una
yegua que un burro ni una lluvia de verano que una lluvia de Macri.