La victoria se construye
Por Jorge Rachid.
Los caminos que conducen a una victoria política no son producto del voluntarismo ni del sectarismo; tampoco se producen procesos de victorias estratégicas desde una ingeniería electoral o desde una movilización, aunque masiva, que no consolida en organización. Ninguno de esos escenarios por sí solos, sin compromisos estratégicos, garantiza un proceso político de cambios estructurales profundos, que cambien los paradigmas de la historia, de un neoliberalismo dominante.
Los momentos confusos tienden a movilizar la militancia en un tiempo marcado por el rencor, al enojo, estados que demuestran la impotencia por cambiar una realidad dura que invade a nuestro pueblo, por razones que no alcanza con explicarlas en términos técnicos para darle sustento. Esa confusión es producto de una falta de conducción, que contextualice políticamente la situación nacional e internacional sobre las cuales es posible la comprensión de la hora actual.
Los tiempos electorales tienden a borrar los contenidos doctrinarios de la política, centrando su acción en los posicionamientos, legítimos sin dudas de las aspiraciones de colectivos militantes, pero que no garantizan un camino común a la hora de gobernar, como lo ha demostrado la experiencia reciente.
Entonces la ecuación del pensamiento necesaria, es la discusión sobre el tema de la conducción del movimiento nacional y popular, que debería asumir la responsabilidad del marco estratégico del armado electoral. Una visión político doctrinaria que supere la foto es necesaria, desplegando la película del nuevo orden mundial, la inserción de la Argentina en ese escenario, los peligros regionales sometidos por una política imperial de extorsiones y amenazas ante la propia pérdida de poder de EEUU y aliados. Por último un diseño explícito de la Argentina Bi-continental soberana, motorizada por la Comunidad Organizada, como expresión del poder popular instituyente.
Si algo pretende el colonialismo dominante, es ahogar los sueños emancipadores de la Patria de la conciencia colectiva del pueblo argentino. Así lo hace desde la penetración cultural cotidiana, desde el consumo hasta los hábitos de vida, que se van naturalizando en las nuevas generaciones, desdibujando los pilares folklóricos de nuestro pueblo, constituyendo una afrenta a la identidad y la memoria compartida, de luchas y épicas que se protagonizaron en la historia. El colonialismo intenta impedir que esas luchas sean resignificadas en las demandas actuales de construcción de soberanía.
Sin dudas el enemigo externo tiene una planificación estratégica que se despliega en el tiempo, siendo la respuesta nacional de corto plazo, táctica que no alcanza a doblegar los planes del enemigo, que continúa su política de tutelaje colonialista, dado el marco estructural del Estado cooptado, que les brinda la posibilidad del ejercicio del poder en forma independiente de las autoridades electas por el voto popular.
Esa situación expresa el punto más alto de la confrontación política en nuestro país y la región, ya que los intentos de construcción de Patria Matria Grande son bombardeados en forma continua por esos intereses, con la colaboración explícita de aquellos argentinos que han perdido el sentimiento patriótico, al calor de la sumisión acrítica al poder real.
Esos ejes como el UNASUR y la inserción en el mundo UNIPOLAR de nuestro país, provocan una reacción similar a las de las dictaduras cívico militares de antaño, cuando los conflictos de la guerra fría se desarrollaban en terceros países. Esa situación se verifica en la actualidad cuando la confrontación en términos militares y comerciales, es entre el “occidente” y el oriente, hacia donde ha virado el mundo, provocando las guerras y supuestas sanciones, bloqueos y linchamientos mediáticos, de un pequeño universo del mundo llamado “occidental y cristiano” de 1800 millones de personas, frente a los 7500 millones que han sido invisibilizados por la prensa hegemónica.
Un proceso político como el actual, sólo se construye con una militancia que derrote el mensaje de resignación y derrota que la rampa misilística mediática intenta instalar sobre la conciencia colectiva, con una conducción que totalice al conjunto del movimiento nacional y popular, convirtiendo en actores a todos los sectores que lo constituyen, desde los movimientos sociales al movimiento obrero en todas sus expresiones, los cura compañeros, las Cámaras PYMES, los organismos de DDHH, los partidos aliados y un PJ que recupere el dinamismo de las utopías y los sueños generando esperanzas en el pueblo argentino. “Sólo la organización vence al tiempo” nos dijo quien murió pero persistió en su mensaje filosófico, que pocos leen y una Cristina que se le reclama mucho y se la escucha poco que dijo “no le pidan permiso a nadie, saquen su bastón de mariscal”.
Las batallas electorales son parte de un largo camino de construcción política, donde el enojo o el amor no sustituyen el análisis político estratégico, que es necesario ejercitar diariamente, identificando al enemigo, formando cuadros políticos que asuman la responsabilidad de ejecutar los cambios estructurales necesarios para derrotar la pobreza y construir soberanía. Ese andarivel se transita con la convicción de la recuperación histórica de las banderas permanentes del peronismo, que definen la Patria por sí misma. No hay Patria sin Pueblo, no hay destino sin Patria Matria Grande, no hay futuro sin la recuperación de los bienes, recursos y procedimientos en función de un Estado al servicio de las mayorías populares, en un marco de Comunidad Organizada. Se gana o se pierde, pero la consigna sigue siendo Patria o Colonia y Liberación o Dependencia. Siempre la militaremos en cualquier escenario que nos toque enfrentar.