La importancia de la salud
Por Tito Crespo.
La candidata a vicepresidente de Javier Gerardo Milei expresó su disconformidad para aquellos diabéticos que obtienen su cura en forma gratuita. “Con la mía no”, respondía la agradable mujer de la democracia Victoria Villaruell.
Es propio de la derecha ese tipo de respuestas para estos temas. Macri redujo el presupuesto sanitario y en caso de ser gobierno el hombre de la peluca se volverá a hacer negocios con las enfermedades de los pobres o ustedes creen que recordarán a Ramón Carrillo.
Este santiagueño fue el primer ministro de salud, por causalidad en el primer gobierno de Perón. Inició su trabajo, sobre tres importantes puntos que redactó el presidente. Todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la salud, no puede haber política sanitaria sin política social y de nada sirven las conquistas de la técnica médica esta no puede llegar al pueblo por los medios adecuados.
Carrillo hizo desaparecer la sífilis y el resto de enfermedades venéreas. Creó 234 hospitales, disminuyó el índice de mortalidad infantil, del 90 al 56 por mil. Escribió los programas de estudio de la escuela de enfermería creada en 1949. El número de enfermeras pasó de 8 mil en 1946 a 18 mil en 1953. Creó el laboratorio E mesta (único en América Latina en elaboración de penicilina), para enfrentar el aumento desmesurado del precio de medicamentos entre 1946 y 1947 y convertirlos en bien social.
Antes del laureado Favaloro existió Carrillo, pero el santiagueño cometió un error, trabajó para un gobierno popular, para una mayoría. Favaloro, por su parte, consideró a Perón como el gran problema argentino.
Para poner las cosas en su lugar, diría la derecha, la revolución libertadora se encargó de Carrillo. En su obra “Recuerdos del peronismo”, Gustavo Campana escribió: “uno de los grandes objetivos del golpe de 1955, fue desperonizar el sistema de salud y arrancar de la historia a la Fundación Eva Perón, dos ejes simbólicos del paso del peronismo por la Argentina.
Para esa tarea, los militares eligieron al coronel Ernesto Alfredo Rottger. El militar en su rol de ministro de facto de asistencia social encargó el trabajo sucio a la Acción Católica Argentina”.
Su fundadora, Marta Ezcurra dijo que la atención a los menores era suntuosa y nada ajustada a las normas de la sobriedad republicana. No era posible que los chicos tengan acceso en la comida a aves y pescados y menos aún renovar el vestuario cada seis meses. Eso fue y es la derecha.
Los militares se encargaron de destruir hospitales, quemar frazadas y colchones y todo material que llevara la leyenda FEP, fundación Eva Perón. Incluso tiraron la sangre de los bancos de los hospitales públicos, porque allí había sangre peronista. No es un cuento, esto pasó.
Como si esto fuera poco se lo acusó a Carrillo de corrupto y de malversar fondos públicos. Carrillo se exilió y rodó por el mundo con ayuda de algún compañero. Solo pudo trabajar en el sur de Brasil en sus últimos días. Ni siquiera cuando murió se permitió que sus restos descansaran en su país. Falleció en 1956 y sus restos llegaron a la Argentina en 1972. Así se lo trató al mejor médico argentino, de chorro, ladrón, por ser peronista.
La obra de este médico es más extensa pero el antiperonismo se encargó de castigarlo y no visibilizarlo. Esta idea de la revolución del 55 es la misma que la última dictadura, que Menem, Macri, Cavallo y hoy Milei. Ya sabemos que Villaruel pretende acelerar la muerte de los diabéticos y de hacer grandes negocios con los laboratorios.
¿Podemos evitar una tortura próxima eligiendo la boleta correcta el 19 de noviembre, no le parece?