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¿La CGT? Bien, gracias

Por Napoleón Solo

El allanamiento y posterior intervención al sindicato de los canillitas es una muestra más del objetivo oficialista. Mientras Omar Plaini pregunta, ¿Qué más hay que esperar para un paro general? Las mayorías se interrogan sobre cuál es la función real de la CGT.

El triunvirato disimula en público pero la sociedad con el gobierno sigue firme. Intentó colar gremialistas candidatos a diputados en el partido de Massa con objetivos claros, pasar a la acción política desde una banca y detener, no sabemos por qué, a Cristina. Se han olvidado que el presidente es Macri.

Pero estos hechos que hoy pasan y no avergüenzan al sistema, también ocurrieron en 1955. Juan José Hernández Arregui en su obra “Peronismo y socialismo”, dijo: “La situación de la Argentina indica por qué fue derribado Perón. Su apartamiento era necesario para reconvertir a nuestro país en coto de caza de potestades foráneas. El plan se ha consumado en nombre de la democracia. Una “democracia” que significa, en los países coloniales, la dictadura sin grietas del capital internacional”.

Este juicio de valor tiene 60 años pero parece de ayer. El poder financiero, con su ejército de hombres de saco y corbata, reemplaza a los corsarios con el loro en el hombro de tiempos tan lejanos como románticos.

También decía Arregui en el mismo libro: “El sindicalismo se basa en una norma universal, el obrero aislado frente al capital es un ser sin voluntad. Un derrotado. Carece de libertad ante la burguesía. La “libertad”, en el sentido burgués, es la libertad de la clase capitalista. El capitalista justifica sus derechos afirmando una presunta superioridad intelectual sobre el obrero. Pero se trata de una superioridad económica, no biológica. El prominente economista liberal Adam Smith lo dijo sin veladuras “la diferencia de talentos naturales entre los individuos, no es tanto la causa como el efecto de la división del trabajo”. El obrero, en verdad, no se pertenece a si mismo sino al oficio que lo ha modelado a su imagen y semejanza como un autómata físico y mental. O como dijera en el mismo sentido Robert Owen “el carácter del hombre  le es impuesto por la sociedad y no creado por él”. De tal modo, la “libertad”, en boca del capitalista, es un sofisma. La libertad jurídica es la forma abstracta de la libertad real del burgués presentada como libertad general, como la libertad de todos. Por eso, el liberalismo en tanto filosofía del capitalismo, habla de las libertades individuales con su base en la propiedad privada no en la sociedad. Es el capitalismo el que ha creado al proletariado y sus organizaciones”.

Nacieron para la protección del trabajador y hoy, salvo honradas excepciones, no cumplen con el objetivo de origen. Hay que destacar el trabajo de Hugo Moyano, Luis Barrionuevo, el pollo Sobrero y otros para atacar al gobierno de Cristina por el impuesto a las ganancias y luego para no votar a favor de Daniel Scioli. Mucho tiene que ver el poder gremial en el triunfo de Macri, y también es responsable del silencio de radio por parte del triunvirato gobernante en la central de los trabajadores.

La revolución libertadora realizó un golpe de estado contra a un presidente elegido por el pueblo, blanqueó su situación y llamó tirano al demócrata. En tres años aumentó la inflación, hubo recesión, intervino la CGT dándole el control a socialistas y comunistas y limó los derechos.  Hoy se repite la historia. Los derechos van barranca abajo al igual que los gremios. La pobreza invadió el país cual maldición gitana y quienes representan a los trabajadores discuten sobre negocios privados y campeonatos de fútbol.

El pueblo se encuentra desunido, desconcertado, acobardado y dividido. Desunido y dividido porque aquellos militantes de la clase media prefieren morir en la pobreza aplaudiendo a su verdugo que ver un villero alegre. Desconcertado porque una parte de la población que le hace el aguante a los “que se robaron todo” se preguntan para que están los diputados, senadores y gremialistas no se inmutan ante el saqueo y la disolución de la nación.

Perón escribió, comenta Arregui, “Que la dispersión es la única arma que le queda a la oligarquía. Nuestros enemigos lo saben muy bien. Sus instrumentos son los “neoperonistas” de adentro y los pueriles movimientos de liberación de afuera. Estos últimos no son mala gente, han leído demasiado rápido y creen ingenuamente que las evoluciones vienen hechas en los libros como en los traje de confección. Están rodeados de un verdadero movimiento de liberación y no lo ven. El árbol les impide ver el bosque”.

La oligarquía sigue triunfando. Su servicio de cadetería puerta a puerta realizado por jueces, legisladores y gremialistas optimiza su estándar de vida, agregando a su patrimonio económico la satisfacción de observar como las mayorías, que en tiempos peronistas eran felices, hoy permanecen en estado de angustia esperando todos los días una mala noticia que consolide su pobreza. La historia se repite, piensa la oligarquía al tiempo que exclama, Macri lo hizo.

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