
La derecha nos tiene acostumbrados a la falta de contenido, a la sonrisa falsa y a la prisa por la realización de negocios donde el pueblo siempre queda afuera. En cuatro años, Macri, demostró que su padre, al descalificarlo, tenía razón.
Mauricio Macri es el primer presidente, que tiene la posibilidad de reelegirse y cae derrotado por toda la cuenta. También es el primer empresario que llega al sillón de Rivadavia y lo abandona rápidamente y con poco uso. Es quien hizo de las vacaciones y la malversación pública una rutina. Es el presidente con discursos más cortos, vacíos y sin sentido de la historia argentina. El único libro que escribió fue ese que rayó todo. También se convirtió en el presidente con menos ingenio y gracia de todo un continente.
El robo es una materia donde la derecha dicta cursos de especialización. Organiza talleres donde se enseña a saquear desde una localidad pequeña hasta un país funcionando. También como materia filtro existe el robo de frases graciosas de la oposición y convertirlas en propias pero con escaso buen gusto.
Le dicen, le gritan, le baten gato. Ni sabrá por qué, pero le gustó y como siempre se la apropió. En su última reunión de amigos de la secundaria, o gabinete ampliado, dijo “hay gato para rato”. Le gusta que lo llamen gato. Le encanta el vamos a volver, que su cocinero preferido e intendente de Quilmes ya comenzó a cantar. En realidad, le gusta el folclore del peronismo, ese movimiento nacional que vino a destruir y como es su sana costumbre, fracasó.
Realizando un balance sobre la verba presidencial podemos decir sin temor a equivocarnos que jamás observamos discursos tan cortos como los de Macri. Tampoco recordamos un presidente que solo hable de futbol, no tenga gracia para contar un solo chiste y nos haga quedar tan mal ante Putin, Obama y demás líderes mundiales que solo escucharon de Macri tonterías.
Hay gato para rato fue su máxima en el discurso despedida del gabinete ampliado. Su tour de campaña no fue muy distinto. Frases cortas, inentendibles y con un ritmo de pastor evangelista pudieron conquistar solo a un público, ese que se parece a él. Ese que solo dice se dobaron todo, el que le preguntas por la hora y te contesta por el tiempo, ese que toca un pobre cada treinta años, ese que lo mandas a espiar y te toca el timbre, ese mismo desclasado que cierra su empresa, apenas cubre sus necesidades pero lo vota porque no prima la razón sino el odio. Ese que le encanta que le mientan, esa parte del pueblo, del centro del país que solo aspira a comer, ver la tele e ir al baño, ese es el público del gato.
El 10 de diciembre el gato se va y entra un profesor de derecho. Y su vice es quien ya conocemos. Se harán cargo del desastre provocado por Don gato y su pandilla y comenzarán a reconstruir la patria. Pero, desde el conocimiento, el saber y el trabajo. El domador de reposeras estará de vacaciones pensando que malos chistes contará en su retorno como opositor. Por eso, no todos los políticos son iguales, algunos trabajan, algunos han estudiado y otros como el gato nacieron con la mesa servida y se retiran con la mejor reposera. No todos son iguales.