Opinión

Frio… frío… tibio… tibio

En los ámbitos de la política, la dirección empresarial y cualquier otra forma de liderazgo, la actitud de los dirigentes es fundamental para el éxito de sus objetivos. Entre estas actitudes, la tibieza se muestra como una de las más perjudiciales. En política, como en la vida misma, tibieza significa “vengo a hacer mi negocio” o una falta total de compromiso.
En estos tiempos en los que vivimos, revueltos y polarizados, es menester tener conductores firmes y decididos, capaces de tomar decisiones difíciles, defender sus convicciones con valentía y no borrar con el codo lo que el anterior escribió con la mano. Tibios, son esos que deambulan entre la indecisión y la mediocridad, y están condenados a no gobernar eficazmente.
Los tibios no pueden liderar una provincia, ciudad o comuna y menos pretender hacerlo con un país hacia el progreso y el bienestar, si no tienen la determinación necesaria para hacer frente a todos los desafíos que surjan, de lo contrario, estaremos en presencia de un gobierno débil.
Los políticos tibios suelen carecer del compromiso necesario para motivar a su equipo de colaboradores. La falta de empatía y determinación puede ser contagiosa, llevando a un entorno donde los empleados o seguidores también se sienten desmotivados, dando por resultado un bajo rendimiento general.
Cuando el gobernante no acciona, su tibieza conlleva a una parálisis en la toma de decisiones y las oportunidades se pierden, los problemas se agravan, y todo se convierte en un círculo vicioso que con el tiempo erosiona la credibilidad del político.
Los tibios no pueden gobernar porque carecen del valor necesario para enfrentar los retos políticos contemporáneos. Es tiempo de líderes fuertes y decididos dispuestos a luchar por el bien común sin titubear. Sólo así podremos avanzar como sociedad y superar todos los obstáculos que se presenten.

Francisco Manuel Silva
frsilva50@gmail.com

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