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Filosofía de la realidad

Por  Kurt Winkels

En la superficie política observamos diferentes partidos integrados por dirigentes que en forma continúan permanecen en campaña, hablando por los diferentes formatos comunicacionales, pero sin decir nada.

Difícil es comprender al oficialismo que señala que vamos por el camino correcto aunque la sensación sea lo contrario. No se comprende como un plan de ajuste hace crecer a la población. Es inentendible porqué las capas superiores de las empresas dan rienda suelta a su alegría festejando que a las clases bajas les irá mejor. No se entiende como un presidente que siente escaso apego al trabajo, a la democracia y a los trabajadores, reitera en cada acto que ahora hay que sacrificarse para un futuro mejor, no como antes, que era todo corrupción. No se entiende.

Quizás la respuesta la encontremos en el mundo del conocimiento, más exactamente en la filosofía y en el peronismo. Uniendo los dos conceptos hallamos la respuesta en “La Comunidad Organizada” de Juan Perón.

En esta obra, que resulta del balance del congreso de Filosofía realizado en Mendoza en 1949, podemos citar lo siguiente: “Desde Platón a Hegel la civilización ha consumado su azarosa marcha por todos los caminos. Las circunstancias han variado sin tregua y en ciertos dilatados plazos se diría que volvían y vuelven a producirse con desconcertante semejanza. La sustitución de las viejas formas de vida por otras nuevas son factores sustanciales de las mutaciones, pero debemos preguntarnos si, en el fondo, la tendencia, el objetivo último, no seguirán siendo los mismos, al menos en aquello que constituye nuestro objeto necesario, el hombre y su verdad.

Platón afirmaba, el bien es orden, armonía, proporción, de aquí que la virtud suprema sea la justicia. En tal virtud advertimos la primera norma de la antigüedad convertida en disciplina política. Sócrates había tratado de definir al hombre, en quien Aristóteles subrayaría una terminante vocación política, es decir, según el lenguaje de entonces, un sentido de orden en la vida común. La idea platoniana de que el hombre y la colectividad a que pertenece se hallan en una integración recíproca irresistible se nos antoja fundamental.

Por su parte, Tomas Hobbes predica el absolutismo del estado en la corriente armada de la época, pero predica ya a un hombre desalentado. La unidad social no parece imaginada por él como el indestructible depósito de valores, sino como víctima. Fue el primero en definir al estado como un contrato entre los individuos, pero importa observar que esos individuos eran lobos entre sí, eran seres desprovistos de virtud y, seguramente, de esperanzas supremas.

Rousseau cree en el individuo, hace de él una capacidad de virtud, lo integra en una comunidad y suma su poder en el poder de todos para organizar, por la voluntad general, la existencia de las naciones. Para Kant, lo vital en lo político era el principio de libertad como hombre el de dependencia como súbditos y el de igualdad como ciudadanos. Rousseau llamará pueblo al conjunto de hombres que mediante la conciencia de su condición de ciudadanos y mediante  las obligaciones derivadas de esta conciencia, y provistos de las virtudes del verdadero ciudadano, acepten congregarse en una comunidad para cumplir sus fines.

La filosofía peronista es una síntesis de estos pensadores, y lleva como ordenador del estado al trabajo considerando al trabajador el protagonista de su ideología. Con este ordenador como eje concreta gobiernos donde se crea y amplía derechos llegando al objetivo que es el crecimiento del país y utilizando al consumo como aliento y crecimiento personal de cada uno de los habitantes que integra la patria”.

La derecha, como es el caso de este gobierno, tiene como ordenador al miedo. Aquí se destaca la figura de Tomas Hobbes que predicaba el absolutismo del estado con un hombre desalentado.  Hoy el gobierno brinda un sinfín de malas noticias en forma permanente a través de los diferentes medios de comunicación con el objetivo de desalentar al hombre. El miedo se ha impuesto. Miedo a la pobreza, a la desocupación, a la inseguridad y con ello lleva al desaliento y entrega del hombre y sus circunstancias. El absolutismo se demuestra con la alianza pergeñada con la justicia, la oposición y los medios dominantes. De esta manera, se pueden concretar medidas antipopulares que son avaladas en las urnas, por miedo.

Con Hobbes como inspirador, Macri llega, quizás sin querer, a Gustavo Cirigliano cuando nos habla del antiproyecto. Este se basa en el caos, en la desorganización de todos los aspectos de la vida. Cirigliano explica: “cuando un país no tiene un proyecto, es seguro que está en el proyecto de otro país más poderoso que él”. El antiproyecto que se inaugura con la dictadura, hoy vive más que nunca.

Si la filosofía no fue capaz de hacerle entender el camino al abismo, entonces sepa que a medida que sigan aumentando las tarifas, los alimentos, con salarios bajos el empobrecimiento se consolida para la entrega total y es aquí que se produce el caos. Para aquellos que creen en el cambio, en la derecha, la historia nos indica que nunca un gobierno de este tinte ideológico tuvo éxito para las mayorías, no se comprende por qué este será el primero.

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