Por Simón Radowitsky
Éramos chicos y nos entusiasmaba el cine de los sábados por TV. Romanos, griegos, piratas y demás conquistando, luchando, matando. Por ahí una de la segunda guerra mundial y todos contentos, los americanos con un tiro mataban treinta nazis y si algún yanqui se lastimaba una rodilla, escenas dramáticas nos entristecían. Tampoco faltaba una de vaqueros con los indios muertos o apresados. En síntesis, veíamos por televisión, en modo ficción, como el imperio esclavizaba y nosotros felices y aplaudiendo a rabiar.
Era ficción. Pero la realidad se parecía bastante. La década infame, la revolución fusiladora o el proceso nos traían la divertida infancia a lo cotidiano. Sin la violencia de la ficción, los británicos nos invadían y nos conquistaban.
Desde el siglo XIX que todas las posesiones importantes, ferrocarriles, medios, y recursos nativos tenían una conducción británica. Hasta el Banco Central. En la calle desfilaban esclavos con el nombre de trabajadores que por un mendrugo eran funcionales a los piratas. Todos ellos manejados por un títere argentino que los ingleses y los nativos le decían Presidente.
En un descuido, apareció Hipólito Yrigoyen pero el imperio lo dejó, lo estudió y lo venció. El peludo terminó pobre y acusado de corrupto. El vaciamiento en el país siguió ante la impávida mirada ciudadana y el pobrerío en el subsuelo de la patria.
De repente, en otro descuido británico, apareció Perón y por diez años las mayorías descansaron. Lamentablemente una minoría encuadrada en la clase media se rompió el lomo para ayudar a nuestros amigos ingleses y yanquis para que la esclavitud retornara en formato revolución libertadora.
Los años siguieron, pasaron liberales, dictadores, radicales y nuevamente tuvimos vacaciones. Entre el 2003 y el 2015. En los 40´ Perón, en el siglo XXI Néstor y Cristina, ellos establecieron derechos sociales y laborales, pero el imperio no perdonó. Todos terminaron vituperados, con causas y el sentir impopular que transmite los medios dominantes con una sola palabra: corruptos.
Hoy estamos bajo el ajuste liberal. Nuevamente el imperio nos saquea. Todo es y será privado. Jubilaciones, aeropuertos, recursos y la clase media contenta porque con este gobierno “se dialoga”.
Las mayorías, incluida la media clase, empobrecidas y esclavizadas porque la reforma laboral es un hecho. El derecho a despido y el salario bajo con impuestos, alimentos y tarifas caras es la moda 2018 y el tilingo aplaude.
En pleno siglo XXI volvemos a las películas de nuestra infancia. Esas que nos contentaba cuando el imperio vencía al pobrerío, cuando el indio moría o el cristiano era fagocitado por un león. Hoy nos pone contentos trabajar más, cobrar menos e insultar al que nos hizo crecer. Nos encanta estar al lado de nuestro amo. La esclavitud volvió para quedarse, es hora de buscar al Espartaco de estos tiempos.