El sentido común y la zoncera de la gobernabilidad
Víctimas de las pantallas solemos confundir términos, mezclar los factores y desconocer los productos. Pensar que el individuo es quien debe asegurarle al político poder gobernar, y no que se obtenga como una cuestión insoslayable al hecho de generar el bienestar colectivo de la sociedad.
Por Martín Vidal Olmos
Con el paso de los años el revisionismo histórico se disfraza para el gran consumo, y modifica lo ocurrido según su conveniencia. Es por eso que ante un mismo hecho hay buenos y malos, según quien lo ejecute.
En su libro “ Sobre Héroes y Tumbas”, Ernesto Sabato hace un esfuerzo enorme para dar la impresión de que hubo dos víctimas el día en que Manuel Dorrego fue fusilado: el difunto y su ejecutor Juan Galo de Lavalle.
El supuesto arrepentimiento del verdugo tras haber roto la esperanza de una nación federal tras la muerte del caudillo Bonaerense. Esa culpa que le costaría ser perseguido por Juan Manuel de Rosas (el restaurador fue discípulo de Dorrego), hasta que la muerte lo encontró huyendo.
¿Verdaderamente hubo dos víctimas? El libro, escrito en pleno Gobierno de Arturo Frondizi relata una realidad de la época.
La realidad no es más que la consolidación de un pensamiento colectivo, en determinado momento y lugar.
Un desarrollista que estaba con Frondizi se llamaba Rogelio Frigerio (abuelo del actual Ministro de Interior) que dijo la famosa frase “la única verdad es la realidad”.
Una síntesis perfecta porque la realidad no tiene porque ser la verdad, sino una construcción social.
Puede haber tantas realidades como personas existan, pero verdad hay una sóla.
Nos encontramos con un amigo y nos dice que en el partido de fútbol del día anterior su equipo contó con delanteros muy afilados, nosotros podemos decirle que jugamos con defensores suplentes porque estamos en la víspera de disputar un encuentro de mayor jerarquía; ambas son realidades válidas pero la verdad es que nos ganó 2 a 0.
Estamos en la era de la sobredimensión de las realidades, en la cual juntarse a hablar con una persona sobre política a veces es tedioso. Uno plantea un análisis que hace de los resultados que va teniendo determinada gestión, el otro le comenta que “para él” no es así, y cuando el primero le dice un dato duro, el segundo lo replica diciendo “es tu modo de ver, tolera a alguien que piense diferente”.
Bueno, claramente en ese ejemplo hay alguien que está confundiendo realidad personal con verdad objetiva.
Hagamos un juego, al mencionar algunas palabras ustedes piensen en lo primero que se les viene a la cabeza: ladrón, asesino, idealista, fuerza de seguridad, bueno, malo, pobre, inmigrante, negro…
La lista podría seguir, pero seguramente la gran mayoría de lectores se les pasó lo mismo por la cabeza, porque si leen esta nota es porque les interesa la política y desean reflexionar sobre ella.
Ahora, pensemos en grande y haciendo este mismo estudio del tipo de consumidor analicemos los medios hegemónicos.
Adjetivan las notas con las palabras recién mencionadas, y tienen un público más amplio en el cual poder desarrollar una realidad, y lo que es peor, con ello hacer carne el famoso sentido común.
Ejemplo, si uno roba pero viene del ámbito privado no hay ningún problema, ejemplo evadir al fisco es más “piola” que no pagar un alquiler, o quizá el hecho de ser rico como una contradicción con robar. El pobre, cuando es conocido es bueno y honrado aunque pueda no serlo en verdad; y cuándo lo vemos en la calle es un vago planero.
Pero como decía Jauretche, “peor que el foráneo que viene a comprarnos son los paisanos que se venden”.
Aprovechando la ignorancia, y fomentando el desconcierto hay un espacio político cuyo líder fue una pieza importante en el peronismo. Este partido propone la idea de “Gobernabilidad”.
Esa palabra esconde sentimientos nefastos, ¿Quién es el que aporta gobernabilidad? Pareciera que su cabecilla aceptara cierta culpabilidad como clase política en no haber “dejado gobernar” a algún mandatario.
De esta forma, bloqueamos la memoria y no recordamos el recorte a los jubilados, o la baja salarial, o la reforma laboral, o los sobornos, el caso Banelco y Pontaquarto incluido, eso no significó nada puesto que De la Rúa no fue un corrupto sino que el pobre contó con grupos que no lo dejaban gobernar.
Haciendo un repaso de los últimos años, Néstor Kirchner estaba enfrentado al grupo Clarín; pero sin embargo bajo su gobierno se dio la fusión entre Cablevisión y Multicanal, y fue necesario para después gritarle a los gerentes si estaban nerviosos. Tan necesario como pagar la deuda, para que venga en condición de amigo George Bush y a pocas cuadras de donde estaba gestar una contracumbre con Fidel y Chávez a la cabeza que inmortalizó “¡Alcarajo!”. Eso da Gobernabilidad, ahora, si creemos que significa no protestar a las medidas antipopulares de un Gobierno porque si no somos golpistas, estamos en problemas.
Si la oposición resuelve que esa es la definición a gobernabilidad y hay que asegurarla, estamos en problemas.
Cuanto sentido común trastocado, un buen ejercicio es distinguir verdad y realidad: una se agiganta, se modifica, o construye, la otra como diría un cantautor catalán “nunca es triste, lo que no tiene remedio”.