El salario mínimo cayó 28% y se ubica en niveles inferiores a los de 2001
Un informe de la UBA revela que el salario mínimo cayó 28% en el último año, ubicándose en niveles inferiores a los de 2001, año en el que se desató una profunda crisis socioeconómica que cerró la etapa neoliberal del menemismo. En este 2024, aunque el empleo formal se mantuvo estable, el poder adquisitivo de los trabajadores continúa en fuerte retroceso debido a la inflación.
El salario mínimo vital y móvil (SMVM) sufrió una caída real del 28% en el último año, ubicándose en niveles inferiores a los de 2001, según un informe del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP) de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Este retroceso se dio en un contexto de alta inflación y aumento de tarifas, que erosionaron significativamente el poder adquisitivo de los trabajadores.
El estudio, titulado Panorama del empleo asalariado formal y de las remuneraciones, indica que esta tendencia a la baja comenzó en diciembre de 2023 con una contracción del 15%, seguida de una caída del 17% en enero de 2024. Aunque hubo cierta estabilidad en los meses posteriores, la tendencia negativa se reanudó en junio y continuó hasta octubre. Desde 2011, cuando el SMVM alcanzó su punto más alto, el salario mínimo acumula una pérdida real del 60%.
A pesar de la caída en el poder adquisitivo, el empleo asalariado formal se mantuvo relativamente estable. Según el informe, en agosto de 2024 había 10,1 millones de trabajadores registrados en los sectores público, privado y de casas particulares. Este número es apenas superior al del mes anterior, con un leve aumento de 1.600 empleos. Sin embargo, el nivel general de asalariados formales se encuentra en valores similares a los de noviembre de 2022, post pandemia, reflejando una contracción prolongada desde finales de 2023.
El análisis fue coordinado por Roxana Maurizio y Luis Beccaria, del Área de Empleo, Distribución e Instituciones Laborales (EDIL). Los autores destacaron que esta crisis salarial y laboral, agravada por la inflación, impacta directamente en el consumo y refleja un deterioro estructural que afecta tanto a los ingresos de los trabajadores como a la dinámica del mercado laboral.