Gremios

El problema innato de la unidad en el movimiento obrero.

Por Laura Benítez.  –

 

El mandato de la CGT, hoy conducida por el binomio Héctor Daer-Carlos Acuña, vencería el próximo 22 de agosto, pero con la resolución del Ministerio de Trabajo, en línea con la extensión del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, se prorrogó primero hasta fines de septiembre y luego, hasta marzo del año que viene, siempre y cuando la pandemia lo permita.
El futuro de la CGT y del movimiento de trabajadores en su conjunto es un tema que ocupa a dirigentes y bases.
La pandemia, además de imponer un ritmo distinto, extendió mandatos, dada la prohibición de la realización de actos masivos y aglomeraciones de personas que presupone una elección o congreso normalizador de autoridades.
El proceso de renovación no será sencillo. Implicará discusiones, negociaciones, la posibilidad de recambio generacional y, como afirmaron la mayoría de los dirigentes con los que hemos hablado, impone la necesidad crear un programa que siente las bases del modelo de país que quieren los trabajadores. «A partir de ahí, la elección de autoridades va a decantar», expresaron.
Parece un paso sencillo, pero en la práctica no logra concretarse más que sectorialmente: basta mencionar los 27 puntos de la Corriente Federal de Trabajadores; El programa del Frente Sindical para el Modelo Nacional, del Movimiento 21F y los históricos, Huerta Grande, La Falda o los 26 puntos de Saúl Ubaldini.
Otro dato, que se supone previo a la redacción de un Programa conjunto, a modo de condición, es abandonar los egos dirigenciales, propuso otro referente gremial.
«El problema son los egos de las conducciones, las bases siempre estuvieron unidas. De eso tenemos que aprender».
Un aspecto más: a la CGT actual se le critica no tener Programa propio, además de la foto que compartió con el FMI; su relación con el macrismo; el acuerdo al que llegó con la UIA en torno a despidos y suspensiones en el marco de la pandemia y la reunión con la Asociación Empresaria Argentina -AEA- sumado a la redacción de un documento conjunto.
«Si hubiera un programa se discutirían las propuestas sindicales propias con terceros y no las rebajas salariales o preocupaciones empresarias como pasó con AEA», añadieron desde otro sector gremial.
A esta receta, puede agregarse otro ingrediente, la inclusión de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular -UTEP-, movimientos sociales y trabajadores de la economía popular, que a fines del año pasado dieron un primer paso, un intento de agremiarse para, entre otras cosas, incorporarse a la CGT.
Luego, la CTA, que también deberá ordenarse hacia adentro, podría incorporarse a la CGT, tras casi 30 años de su renuncia a la Central. Reincorporación que anunciara Hugo Yasky, durante un Congreso Anual Ordinario en septiembre del año pasado.
La pospandemia impone consensos y bases para empezar a reconstruir el movimiento de trabajadores en su conjunto.
Hoy esbozamos un pequeño punteo para comprender la complejidad del problema de la unidad sindical, un problema innato del movimiento de trabajadores argentinos.

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