Por Danny Wilde
En la campaña presidencial del 2015 la derecha coló el concepto “miedo” en los medios. Advertía que sobre su plataforma y sus candidatos se había establecido una campaña del miedo. Con ello, todo lo que expresaba el peronismo era mentira, aunque resultó verdad y el miedo hoy lo impone el gobierno de Mauricio Macri.
Pero definamos, ¿qué es el miedo? Es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto. La máxima expresión del miedo es el terror. También el miedo constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa.
¿Podemos decir que la sociedad tiene miedo hoy? Sí, lo podemos afirmar y quizás sea una de las causas por el cual aprueba una gestión por demás perversa e ineficaz y antipopular.
Si profundizamos el concepto observamos que existe una construcción cultural. La investigadora Joanna Bourke en su obra “La historia del miedo”, revela que el miedo, como un sentimiento colectivo e individual, varía con las épocas y los contextos históricos. Sostiene Bourke que el principal transmisor actual del miedo son los medios de comunicación de masas, pero en todo caso se precisa de la credibilidad de la sociedad para que el pánico estalle. Un ejemplo reciente fue la idea de que si el peronismo derrotaba a Macri en las elecciones Argentina tendría el final de Venezuela. La sociedad no discute si el caso Venezuela es una reiteración de la guerra de la triple alianza del siglo XIX. Sólo observa por televisión caos, pánico y miseria. Repite conceptos vacíos y vota contra sus intereses.
También un ejemplo histórico resultó el pánico colectivo desatado por la retransmisión de La guerra de los mundos por Orson Welles en 1938, cuando una ficción radiaba sobre un ataque alienígeno a la Tierra y desató la alarma entre un millón de estadounidenses.
También entre 1980 y 1985, 17 personas en los Estados Unidos murieron por actos terroristas. Un número insignificante. No obstante The New York Times publicó en ese mismo lapso 4 artículos por edición sobre terrorismo. Entre 1989 y 1992 murieron 34 personas en el mundo por actos terroristas sin embargo se publicaron 1300 libros bajo el rubro terrorismo.
Bourke concluye que el miedo es un arma de dominación política y de control social, haciendo hincapié en la creación de falsos escenarios de inseguridad ciudadana.
La derecha entiende el tema, se abreva en esta escritora y pone manos a la obra. Por ejemplo, hoy el argentino vive con miedo. Miedo a la inseguridad que se prometió combatir y no se resolvió. Miedo a la desocupación, miedo a la pobreza, miedo a las fuerzas de seguridad que, impunidad mediante, se aburre de apretar inocentes y reprimir hasta la desaparición. El presidente con su sonrisa perversa se encarga de fragmentar a la oposición con el miedo que impone Comodoro Py. Si esto no le basta utiliza consultoras subordinadas a los medios dominantes para publicar encuestas truchas y esmerilar la imagen opositora. La última es desgastar a los sindicatos para que en el tiempo que sea necesario la gente pida por favor la reforma laboral y pierda sus derechos.
El miedo es el eje del discurso oficialista. Con una sonrisa nerviosa atinan a chantajear al ciudadano por cada voto y a los dirigentes por cada lista. Si no gana el oficialismo se cae la economía, Venezuela es el futuro con el peronismo triunfante, si Cristina gana, las inversiones no vienen, mientras haya populismo no se crecerá y así un sinfín de frases amenazantes que logran el propósito del voto gracias a la mentira pero fundamentalmente al miedo.
Los militares permanecieron en el poder con el miedo subversivo. Menem impuso el miedo a la hiperinflación desatada en el gobierno radical. Fernando De la Rúa llegó al gobierno instalando el miedo al menemismo. Duhalde con el miedo a la pobreza eterna. Los K no implementaron el modo miedo para gobernar pero si la derecha que los alejó de toda posibilidad de retornar al sillón de Rivadavia.
Hoy se palpa en el aire el mismo miedo del proceso, Santiago Maldonado es una muestra. Pero también ese miedo delaruista que a medida que nos enteramos de cada solicitud de deuda pensamos que algún día la economía saltará por los aires. Otros votan al espacio amarillo por el miedo a Cristina, otros por el miedo a Venezuela y una parte importante de la sociedad avala este gobierno por miedo al retorno de las mayorías, el crecimiento y la dignidad popular. En este caso este miedo esconde una alta dosis de resentimiento hacia los desposeídos. Sabemos que el miedo está controlando parte de la sociedad y la domina, si lo sabemos nos queda la alternativa de perder ese miedo que nos esclaviza y nos lleva por el camino al abismo. La Biblia es clara, a los débiles se los vomita Dios. Dejemos una herencia a nuestros hijos más importante que una cuestión material. Dejemos la imagen de valentía y dignidad que precisa cualquier pueblo para ser libres otra vez.