La jubilación, ese período de la vida en que supuestamente podemos disfrutar de nuestros años dorados, a menudo se convierte en un campo de batalla en el que los jubilados no sólo luchan por sus derechos, sino que también se ven atrapados en el crudo juego político entre sindicatos, grupos de izquierda y gobiernos.
La realidad es que ser jubilado en Argentina ha llegado a convertirse en un karma, marcado por la manipulación de su voz por grupos de izquierda que continuamente “empiojan” una protesta ordenada provocando desmanes; la fragilidad de los haberes y la tragedia de ser usado como variable de ajuste.
Ser jubilado es sinónimo de vivir en la precariedad, enfrentados a un sistema que lejos de dignificarlos, los empuja a una economía de supervivencia; obligados a hacer malabares con ingresos que apenas alcanzan para cubrir las necesidades más básicas. Este escenario se vuelve aún más frustrante cuando observamos a una clase política que disfruta de jubilaciones de privilegio generosas, llenas de ventajas y hasta pornográficas, como por ejemplo, las de la ex presidenta Cristina Elisabet Fernández.
Mientras el ciudadano común lucha por llegar a fin de mes, muchos políticos se retiran con pensiones que superan con creces lo que podría considerarse un ingreso digno. Esta disparidad se convierte en un golpe bajo a la dignidad de los jubilados. En la otra cara de la moneda, los gobiernos ven a los jubilados como una carga financiera, especialmente en tiempos de crisis económica.
El karma de ser jubilado no sólo se manifiesta en una miserable remuneración, sino también en la carga emocional de verse relegado. Es hora de que la clase política deje de hacer oídos sordos y se responsabilice de la situación de quienes han sustentado esta sociedad a lo largo de los años. La solución está en un cambio profundo y genuino hacia un trato justo que respete la dignidad de los jubilados. La jubilación no debería ser un karma, sino el reconocimiento merecido de una vida de trabajo y esfuerzo; es tiempo de transformarlo en un legado inspirador.
Francisco Manuel Silva
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