“Cualquiera puede ver el futuro, es como el huevo de la serpiente, a través de su fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado”. No le faltaba razón a esta metáfora de Igmar Berman en su recordado film, tanto en aquella convulsionada Alemania de preguerra, como en esta Argentina sorprendida, fácil será percibir la gestación de esa pequeña culebrilla, que simpática e inocentemente puede verse resistir elásticamente a nuestros embates punzantes, transformarse en una cobra abominable y temeraria.
Aunque las comparaciones sean odiosas bien vale volver a la historia para saber dónde estamos parados: Mucho antes que HITLER tomara el poder los germanos vivían discriminaciones, violencias, represiones, miserias, casi podemos decir que la hiperinflación que padecían era el menor de todos sus males; por supuesto no había trabajo y sólo vivían bien algunos elegidos cercanos a un poder errático y represivo. El gobierno gozaba de muy poco prestigio y la humillación sufrida en el Pacto de Versalles, que puso fin a la Primera Gran Guerra, teñía de resentimiento a todos sus habitantes. Los atropellos se veían día a día en las calles ante la pasividad de los ocasionales asistentes, el temor imperaba en el aire, nadie que no tuviera protección estaba seguro, fue así que no era de sorprender todo lo que pasó después.
En la Argentina post 2015 se han dado hechos curiosos: Represión, invasión armada a escuelas y hospitales, difamación pública, despidos discriminatorios, cierre de fábricas, persecución política y judicial, procesamientos infames, presos políticos, corrupción de toda la plana gobernante, un país atendido por sus propios dueños (los titulares de las empresas contratistas del Estado), conflictos de intereses entre gobernantes y sus propias sociedades, fuga de capitales, brutal endeudamiento sin conocimiento cierto del destino de los fondos, vaciamiento de las reservas del Banco Central y las Cajas Jubilatorias, prepotencia en los discursos, falsos mensajes, provocación y un sin fin de irregularidades que saturan con solo recordarlas. Dentro de una “formalidad” democrática, los argentinos igual que aquellos habitantes de la Alemania pre nazi, asisten condescendientes a los caprichosos e incoherentes actos de gobierno.
No equiparamos a MACRI con HITLER, sólo resaltamos la similitud de las etapas previas. El puritanismo pacato de la sociedad media se ofende frente a estas comparaciones, ocurre que no se quiere asumir el monstruo en gestación membrana adentro y se oculta una realidad temeraria por la forma en que se manifiesta. Estando próximos a elecciones parlamentarias, el gobierno lejos de congraciarse con la población, siembra temor ante eventuales derrotas, no se priva de medidas de ajuste y hace de la represión su emblema de campaña, a la vez que persigue judicialmente a funcionarios de la gestión anterior y compra el silencio de los jueces que investigan sus variados delitos, todos ellos calificados y en asociación ilícita.
Igual que en aquella Alemania se hacen fuertes en el odio de clase, en el falso nacionalismo que reniega de nuestros hermanos sudamericanos, en la mano dura y en la delegación de culpabilidad, tan grosera es su actitud que se tiene la sensación que no quieren ganar las elecciones, ya que sus desprestigiados candidatos sólo pueden triunfar por un adormecimiento de la población envenenada de falsa publicidad periodística, o por un fraude manifiesto.
La democracia no es una ropa que le siente bien a este gobierno, ellos prefieren otra vestimenta, tal vez por ello perder no sería un escollo sino la apertura de la puerta hacia un autoritarismo explícito. Tienen mucho poder económico, están armados hasta los dientes, las calles de Buenos Aires han vuelto a habitarse de uniformados de todos los colores, disponen plenamente de los medios de comunicación, dominan al Poder Judicial y cuentan con apoyo exterior. De momento la oposición sólo piensa en términos democráticos, pero no encuentra cauce ante tanto despotismo.