La derecha omnipotente en todo el mundo siempre tildó a los gobiernos populares de “populistas”, queriendo significar que son demagogos, vendedores de falsas utopías, compradores de votos por clientelismo y ciertamente antidemocráticos. Aún suponiendo que todo eso fuera cierto, en la vereda opuesta, los tradicionales dueños del poder que se dicen republicanos, hoy y siempre practicaron la demagogia verbal, nunca hablan del presente sino de un futuro promisorio que se pospone hasta el infinito, llegan al poder en el mejor de los casos con estafas electorales, prometiendo lo que jamás cumplen utilizando la fuerza para calmar el descontento social.
Seguramente el 80 % de los habitantes del mundo no alcancen a comprender esta triste realidad, o porque no les interesa la política, o porque prefieren consumir ideas optimistas, ya pensadas por otros asumiéndolas como propias. En plena Segunda Guerra Mundial CHURCHILL habló de “sangre, sudor y lágrimas”, le alcanzó para someter al Eje, pero no para triunfar en las elecciones posteriores a 1945, porque la masa siempre quiso halagos para llegar a la paz nacional y espiritual con pocos esfuerzos y brisas melódicas, sin importarle la verdad o la realidad. Una pequeña minoría en todo el mundo piensa por todo el resto y ese resto asume “ser pensado” (como diría HEIDEGGER), acatando las modas, las frases cortas, como quien come carne picada porque no tiene dentadura intelectual para hincarle el incisivo a un buen ojo de bife.
La masa no razona excepto ante una situación límite y una elección no lo es, la masa cree que votar es un acto de fe etérea, no comprobable, por eso se entrega desnuda y se somete al pensamiento de otro. La masa que sale a las calles en una revuelta popular, se mueve por un instinto de supervivencia, se nutre y se hace fuerte ante una realidad incontrastable, así triunfa o es desbaratada, pero con una idea clara y convincente. La masa que vota en un altísimo porcentaje no es libre, su mente esta sucia de mensajes y publicidades que no cuestiona y repite como espejos.
Los gobiernos populares muestran logros, que el común de la gente ya incorporó como propios sin saber que puede perderlos y es así que sale a escuchar nuevas promesas alegóricas e incomprobables, para lanzarse a la aventura, sin contar con las alas que los puedan hacer volar. Los partidos de poder gobernante no muestran sus logros, porque no los tienen, sus fines son inconfesables, sólo prometen futuro y transforman a la masa en conejos detrás de la zanahoria movediza.
La pregunta es ¿hay que cambiar la forma de comunicación o hay que transformar a las masas? Cuando un equipo pierde generalmente se sustituye al técnico, que es mucho más económico que cambiar a todos los jugadores, pero ¿qué resultado tendríamos si toda la masa tuviera aptitud de interpretar y converger hacia un fin común? Si yo no puedo convencer a un pariente o amigo obcecado ¿cómo puedo pretender que un candidato o una campaña publicitaria le hagan torcer el voto?
El sufragio es impersonal, anónimo, depositar un sobre en una urna en muchos casos es como tirar una piedra y ocultar la mano, muy pocos asumen la responsabilidad y muchos menos se atreven a justificar su decisión, votan porque votan, como quien tira flores al río. La masa no cree ni en los políticos ni en las fuerzas armadas, pero cuando es acosada pide por ellos y les reclama prontitud y eficiencia, no cree en sistemas ni organizaciones, es más, no cree en el Estado, pero se espanta de los grupos anarquistas…
Los gobiernos populares no pretenden conquistar a las masas, sino ilustrarlas para liberarlas, transformarlas en pensantes, elevarlas, por eso a veces suelen perder elecciones.
Garcilazo