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El argentino

Por Simón Templar

Dice el ingenio popular que el argentino es un  italiano, que  habla español y pretende ser un inglés con glamour francés. Pero, ¿Cómo es el argentino hoy?  ¿Es derecho y humano? ¿Es solidario? ¿Es charlatán? ¿Es un fascista, un mediocre, un ignorante, un incomprendido, un oficialista o simplemente un humano que trata de pasarla bien sin convicción alguna y al margen de la ley?

El argentino es todo esto y mucho más. Pero claro, no es lo mismo el porteño que el cordobés y los dos son argentinos, no es igual un salteño que un fueguino y los dos son argentinos, tampoco se parecen un hijo de boliviano que un hijo de italiano y los dos son argentinos. Ortega y Gasset tuvo una definición en su tiempo que fue clara, contundente y concreta. “La palabra ignorante es la única que cabe en argentino”, también existe otra versión que adjudicaba esta frase a Jacinto Benavente. Lo cierto es que para cualquiera de los filósofos un argentino y un ignorante son sinónimos.

Hernández Arregui escribió sobre el ser nacional, al igual que Kush. Arturo Jauretche también explicó nuestra sociología y la mayoría de los pensadores nacionales. Pero hoy, para no ir tan lejos en la profundidad del pensamiento, se puede calificar a un argentino según su ideología o su aval a determinadas políticas.

Entonces tenemos en la superficie política dos líderes con alta exposición. Mauricio Macri y Cristina Fernández son ellos. Atrás de estos gran cantidad de gente que los apoya. Pero,  ¿Cómo es un argentino que avala a Macri?

Respuesta clara y sintética. Es aquel que entiende que las mayorías no tienen razón. No les importa la cantidad de delitos cometidos por el presidente ni antes ni después de ser gobierno. Tampoco importa la ley  ni la verdad. Sólo quieren un gobierno que castigue al peronismo a cualquier precio, y si se endeuda el país,  se empobrece y desaparece la clase media y se reprime a la clase baja no importa, lo esencial no es invisible a los ojos es aquel disparador de odio sin sentido.

Quien apoya a la derecha no tiene literatura, ni folclore ni ídolos, todo es negocio, todo es odio. Justifica los aumentos irracionales en tarifas y alimentos, y se suicida a diario porque el también es afectado. No le interesa la cultura ni la ciencia, sino comprar moneda extranjera. Le importa poco la educación y menos aún la democracia. Justifica cualquier gobierno dictatorial con el término excesos. No entiende a los derechos humanos, tampoco a los humanos y menos a los derechos.

En síntesis, es todo esto porque son las ideas del gobierno y aunque digan, yo no soy así, están avalando a un gobierno de facto que se impuso por los votos.

Del otro lado es lo opuesto. Con todas las miserias propias de cualquier movimiento político al menos no se parte de la xenofobia, la discriminación y la mentira para hacer política. De ahí que ese argentino que avale este pensamiento es diferente al otro, muy diferente.

El humano es imperfecto, nadie es un santo. Pero a esta altura del siglo XXI es al menos retrogrado tener un pensamiento que avale el fascismo y la autocracia. Estar en esta idea es entender que la década infame era el camino correcto, creer que la revolución fusiladora o el proceso fueron remedios de la época y que el menemismo y la alianza no tuvieron suerte. La verdad o por lo menos lo más saludable para el argentino es aquella política nacional con independencia económica, soberanía política y justicia social. Por eso, no es igual el argentino solidario que el reaccionario.

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