Por Gabriel Princip
En los programas de actualidad son vestidos con nuevas escenografías de independencia y objetividad. Periodistas, analistas y consultores que jamás optaron por una opción partidaria laboran de panelistas.
Los programas deportivos contienen a relatores que nunca simpatizaron por un equipo de primera y un segmento de la clase media valoró siempre su voto y jamás se “casó con nadie”.
Mentirosos. Hipócritas y constructores de la nada por la nada misma. Hacedores de ilusiones pasajeras y traficantes de versiones antojadizas. Sicarios de la palabra se constituyen en domicilio mediático para crear la ilusión del cuarto poder y la palabra autorizada con el sólo objetivo de engañar a un incauto escucha que olvida que los intereses creados manejan las vidas de los mediáticos empleados de los grupos de tareas, hoy llamados medios de comunicación.
Todo humano milita en una causa. Si comenta fútbol, seguro que es hincha de Boca, River, Racing y quizás como segundo equipo de Almagro. Imposible creer en la corriente Macaya Márquez donde no existe pasión por nada ni por nadie. Disgregación al margen, Macaya es de Racing.
En la política si vamos a creer que son todos independientes, objetivos y críticos estamos al horno. Igual concepto para el militante de la clase media que toda su vida permanece soltero porque suele decir en forma aburrida y repetida: “Yo no me caso con nadie”.
Dentro del periodismo político podemos encontrar algún peronista perdido, los menos, una mayoría cool de izquierda y una decena de hombres de negocios que utilizan el sujeto y predicado como mercancía diaria.
El 90 por ciento son antiperonistas, igual que en la clase media. A ninguno de ellos les interesa Nisman, ni la corte suprema, ni l obrero que gasta un 30 por ciento de su sueldo en impuestos y servicios, menos aún le importa el muerto en un hecho por inseguridad salvo que su padre vaya al canal en exclusiva. Nada le importa, salvo su ombligo. Cuando habla con el diputado, senador o presidente de la sociedad de fomento sólo le interesa que este de buena imagen y que conteste en forma rápida inquisidoras preguntas como por ejemplo, ¿Cuál es su balance de gestión? Ésta forma de interrogar se presta sólo para aquellos que conforman el gran arco antiperonista, arco que siempre entran goles. Si el político tuvo la mala idea de hablar de Perón, Néstor o Cristina o fue funcionario de alguno de estos, las preguntas rozarán la corrupción y el autoritarismo.
Sólo le sirve para su nota si la hija del peronista robó o no una mandarina en cuarto grado, o si tienen algún amigo árabe o porque las tarifas estaban tan bajas y los alimentos se podían adquirir.
Del otro lado de la vereda con el funcionario de derecha que representa a un gobierno entreguista y corrupto señalado por la mayoría de los medios extranjeros poco le interesa hablar sobre estos temas que chocan con la ética y menos aún pronunciar la palabra inequidad. Sólo destaca que con esta gente se puede dialogar, y siempre dicen la verdad. Chan.
En ese punto es cuando se verifica que la objetividad e independencia son solo recursos para engañar a las mayorías a través de los medios. No existe independencia ni objetividad. Sólo se esconden detrás de discursos mentirosos porque cuando van a votar, pueden elegir a cualquiera menos a aquellos que representan a las mayorías, a los pobres, a los desposeídos. Y nunca los elegirán porque al igual que un segmento de la población prefieren ser funcionales a la oligarquía. Les encanta el perfume francés que no pueden pagar, el auto alta gama que fotografían o la mansión que visitan para hacer una nota e irse. Les repugna la villa, el piso de tierra y la libreta de almacén.
Quizás provienen de esos lugares pero optan por olvidarlos y se muestran cómplices de una clase que sólo los tiene en cuenta para esclavizarlos y utilizarlos. Por eso el “yo no me caso con nadie” no existe. No tendrás la libreta pero siempre fuiste concubino de la corrupción, la entrega y la colonización pedagógica. Conviviste con ellos, a cambio del simple engaño, de ese ilusión que te creó una expectativa de cambio y solo te cambió el formato de vida, pasaste de un militante de clase media protestón con servicios bajos y vacaciones anuales a un integrante más de la clase baja que trabaja todo el día para felicidad de un gobierno que dialoga y dice la verdad.