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El antiperonismo: por matar se suicida

Por Dany Wilde

El país se entrega. Una mitad protesta y la otra acelera la disolución de la Patria. Esa parte de la población que vota la derecha en cualquiera de sus formatos solo desea la extinción del peronismo sin reparar en sus consecuencias. Por matar se suicida.

Pero aclaremos los tantos. Cuando uno habla de la Patria no hace referencia a una bandera o una escarapela. La Patria es ese lugar donde uno pertenece, nace, se desarrolla y muere. Ese territorio donde pequeño juega, luego estudia, se alimenta, obtiene conocimiento, trabaja, forma una familia, se jubila y muere. Bien, esto no está pasando, esto pasó.

En ningún momento se habló de posición social, de plata, de status y demás giladas que la clase media aplaude y no logra entender su significado. Perón creó la clase media y se autodestruyó. Ese trabajador, sin derechos, con visos de esclavitud se convirtió en un sujeto donde pudo sostener con su trabajo una familia; donde sus hijos pudieron estudiar sin costo alguno y cuando enfermaban tenían a disposición la salud pública.

No había consumismo, existía bienes materiales para el progreso humano hoy la dirección es contraria. Se consume para la destrucción del hombre. Pero Perón es muy viejo. En este siglo también se desarrolló algo parecido al peronismo. No fue lo mismo porque las reformas estructurales no se produjeron y hoy lo pagamos.
De todas maneras, la clase media que venía empobrecida votó a su salvación. Alcanzó el status que pretendía y retornó a sus viejas mañas: aliarse a la derecha.

Macri y Milei destrozaron esa clase que hoy se divide en protestas y alabanzas a su verdugo. El genocida se divierte con su perro muerto, con su hermana, con sus viajes y a veces alquila una novia. Sus votantes ya no tienen desarrollo familiar, tampoco existe la familia, pero lo que es peor no tienen posibilidad de estudiar y si se enferman dependen de Dios.

Nada es como antes, todo pasado fue anterior, pero vivimos un asesinato serial sin hacer nada. Los opositores juegan a la política, los religiosos hablan con Dios, los lideres caducaron, los hijos tienen cuatro patas, los gremialistas cuentan historias en blanco y negro y la vida se trunca. Porque el jubilado se muere si no pude comprar sus remedios, los chicos pasan a mejor vida si no pueden alimentarse, los adolescentes se suicidan si no encuentran respuestas a sus sueños y los adultos pierden la esperanza cuando llega el telegrama de despido.

No quiere leer lo que escribo, yo tampoco. ¿Entonces que hacemos? Dos opciones: sigamos así esperando en la cama a la parca o luchar, rebelarse, protestar, pero sin ser funcional. Basta de marchas, empecemos cada uno de nosotros a trabajar sobre el vecino. En cada cuadra debe haber un combatiente, debe convencer al prójimo que solo nos salva lo colectivo. Eso sí, basta de ser políticamente correctos con aquellos que justifican al verdugo, al enemigo ni justicia. ¿No le parece?

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