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Despoblación sigilosa

Por Gabriel Princip

El nuevo orden mundial -corporizado en las plutocracias financieras- habla, reclama, exige y es monotemático en sus declaraciones: la reducción de la población es su único tema. Hablamos de guerras, ajustes, remedios, semillas y por qué no, citar a los alimentos.

El código de alimentos, denominado Codex alimentarius, que las naciones Unidas crearon en 1961 para proteger  la salud de los consumidores, es una colección de normas dominada por la industria y una organización que cuenta con el apoyo de la ONU y que, bajo los auspicios de la OMS y la FAO, estableció directrices para el comercio mundial de alimentos. Igualmente el Codex tiene poco que ver con salvar vidas.

Daniel Estulin en su obra “EL club de los inmortales”, expresó: “el plan alemán del Codex aprobado afirma que no puede venderse ninguna vitamina, hierba o mineral con finalidades preventivas  o terapéuticas. Los niveles de eficacia de los suplementos se verían muy limitados. Todos los suplementos vendidos a naciones miembros del Codex, o en su territorio, necesitarían aprobación según estas directrices draconianas”.

Tengamos en cuenta que los nutrientes vuelven a la gente más inteligente, o más fuerte, libre e independiente.

Prosigue Estulin: “el Codex es enemigo de todos menos de los que se benefician con él. Existe una relación directa con quienes cometieron crímenes horrendos contra la humanidad en el régimen   nazi. Uno de los que fueron declarados culpables fue el presidente de la corporación tenía un extraordinario poder económico y político, así como una gran influencia en el estado nazi hitleriano. Farben producía el gas que se utilizaban en las cámaras de gas nazis y el acero para los ferrocarriles construidos para transportar la gente hacia la muerte.

La pregunta es si Codex tiene que ver o no. Las corporaciones y las personas tras la iniciativa son las mismas empresas que respaldaron a la Alemania nazi, BASF, Hoechst y Bayer. Son tres de las ocho principales empresas de pesticidas del mundo. Son empresas farmacéuticas. Son empresas químicas. Son empresas de alimentos transgénicos. Son las tres empresas básicas que un día formaron  el cártel nazi de la química IG Farben. Farben construyó Auschwitz, el campo de concentración. Farben situó a Hitler en lo más alto y en el cargo de dirigente de Alemania”.

Como observamos, todo tiene que ver todo, desde la introducción de una semilla en el mercado  pasando por los pesticidas y de ahí a los laboratorios y las armas la misma ruta, en el mismo colectivo y en la misma terminal, la muerte.

El código de alimentos es un arma que se utiliza para reducir el nivel de nutrición en el mundo. La OMS y la FAO calculan que los tres mil millones de personas que inicialmente  se esperaban que fallecieran  como consecuencia de las directrices  sobre minerales y  vitaminas del Codex, dos mil millones morirán de enfermedades evitables debidas a la desnutrición, como el cáncer, afecciones cardiovasculares, diabetes y muchas otras. Vivirán aquellos que integran una élite que  pueden conseguir alimentos y nutrientes de origen saludable.

Entonces cuando decimos que los planes de ajuste traen si y sólo si la muerte, no nos equivocamos. Esta es una de las fundamentaciones. Luego que no nos sorprende ver en televisión el caso de alguien que se va muriendo de cáncer por culpa de un agro tóxico, menos aún aquellos que pierden la viva en extrañas enfermedades y no que viven rodeados de antenas o aquellos con mala alimentación y no saben porque tienen diabetes fulminantes. En estos casos la culpa no la tiene Dios ni es la ley de la vida ni nada que tenga que ver con la resignación religiosa, la muerte llega porque muchas veces así lo determina una elite que controla nuestra vida.

Esa elite encuentra en jueces, religiosos, diputados y dueños de medios los aliados más poderosos y complacientes para que sólo unos pocos puedan tener una vida confortables mientras las mayorías cargan con el peso de mala vida y una pronta muerte.

Mientras la oligarquía disfruta de su existencia, David Rockefeller fallece a los 102 años, a Felipe Solá no le interesa haber autorizado la entrada de agro tóxicos, a Macri le importa menos engañar a sus votantes que la miseria instalada es por culpa del peronismo y la clase media vive entre el odio y el resentimiento culpando a Cristina de todo y esperando una muerte que, según su creencia, es por culpa de la religión.

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