Cuenteros
Por Gabriel Princip
En el 2015, el empresario Mauricio Macri llegó a la presidencia con la estructura y votos prestados por el radicalismo. Aquellos que proclamaron el alfonsinismo en los años 80 no se pusieron colorados cuando ayudaron a saquear la nación.
Los mismos que tildaban de ladrones a los peronistas, a los «K», protegían al clan Macri. Mafiosos eran los peronistas, el clan era un grupo de empresarios que trabajaban por la Argentina.
Cuatro años más tarde y luego del endeudamiento feroz, en lugar de emplear la autocrítica, hicieron todo lo contrario. Seguían hablando de Illia, de Alfonsín y apoyando a un mafioso que nos dejó una deuda impagable y una pobreza extrema.
No hay dos sin tres. Después del saqueo y la decadencia realizada por conservadores y apoyada por radicales, los comicios de octubre tienen tres posibles ganadores. En dos participa la derecha y conformando lista nuestros amigos, las boinas blancas honestos de Yrigoyen, Alem, Illia y Alfonsín, o sea, la vergüenza centenaria.
Escuchar a López Murphy coincidir con Milei sobre el negacionismo es patético. Ver en los programas políticos a Tetaz o Petri defender el liberalismo de la mano de Bullrich o del hombre que habla con perros muertos da vergüenza ajena.
Con la exposición de Losteau y la banda de radicales universitarios cayendo derrotados representando a la derecha, o sus compañeros de ruta ganando con otra parte de la derecha, acaba con la figura de los próceres de la unión cívica radical. Basta de Alem, basta de Alfonsín a representar a cualquier por cualquier cosa es la consigna. A trabajar por el sánguche es la consigna del centenario partido.
Así las cosas, a pesar de algunos descarriados, todavía el peronismo tiene dignidad. Algunos con Cristina, otros con Moreno, pero todavía no aplauden a la ultraderecha. Todavía la palabra vergüenza existe en el movimiento nacional, claro que en el diccionario radical ese término se le dio de baja, ¿no le parece?