Faltaban 3 horas para el recital del Indio Solari, y la Av. Avellaneda, de Olavarría, estaba colapsada. Puestos de comidas, parrillas en la calle, venta de remeras, el 4 birras por 100 pesos. La fiesta se estaba armando. En una esquina un punga era castigado violentamente, aparentemente por intentar afanar no se sabe que…piñas y patadas mientras el criminal, devenido en víctima estaba a punto del linchamiento. Un grupo de personas, con enojo, pero racionalidad, intervinieron: No le peguen más. ¡Ya está!
Por Matías Russo.
La masa desquiciada, detuvo su golpiza y el punga huyó. Ese pibe intentó robar por la oportunidad que le otorgó la falta de presencia policial. Ese pibe casi muere por la falta de presencia policial…todo estaba desbordado y ese pequeño, pero que pudo haber sido gran incidente, de alguna manera alentaba la idea de lo que sucedería horas más tarde.
Rompimos el alambrado que cercaba un baldío para acortar distancias. Había poca señalización y nadie sabía con exactitud por donde quedaba el predio. Uno de seguridad pedía entradas en mano, si no la encontrabas, entre risas te decía: “bueno, dame 100 pesos”. Pasamos todos.
Una segunda línea de controles verificaba vagamente los tickets. “al fin alguien con entradas”, dijo el pibe encargado de revisar pero que se veía desbordado de la cantidad de gente que se le escabullía y los que le chamuyaban ante la falta de entradas. Pasamos todos.
El tercer control, en teoría se encargaba de palparte para que no ingreses con botellas, drogas o algún tipo de arma. Solo unos pocos, y al azar fueron palpados. Pasamos todos.
Todavía faltaba una hora para que el Indio saliera a escena y el panorama exponía la falta de organización. Culpas compartidas entre el Estado Municipal y la productora que contrató Solari.
2 personas murieron, la que figuraba como N/N, se reveló su identidad: Bulacio. Hace más de 20 años este apellido comenzaba a inmortalizarse en la historia del rock nacional y de los casos de represión y violencia policial por la detención, tortura y crimen de Walter.
20 años atrás Los redonditos de ricota eran prohibidos en Olavarría. El intendente había argumentado antecedentes violentos de los seguidores y falta de infraestructura de la ciudad. Algo lógico hace dos décadas y que era lógico en ésta ocasión. Ezequiel Galli tendría que haber optado por la misma decisión. Pero el ego del jefe comunal de Cambiemos de buscar hacer historia, el rédito político y económico que le traería aprovecharse de la fiesta del Indio lo llevó a elegir el error. Ezequiel Galli, es un virgen de gestión política, pecó por inepto y por terco, porque fue advertido meses atrás que la ciudad no estaba en condiciones de recibir a más del doble de su población. El contrato lo expone: dejar al Municipio como garante de cualquier conflicto que suceda, el bajo costo para el alquiler del predio, y la ausencia de poder político en el concejo…El juicio político y su destitución debería ser inminente. Pagará caro lo tonto que fue.
Es desconcertante, desquiciado, y es parte del mismo mito de la misa ricotera y en todo su alrededor, como la historia se reinventa en nuevos cuerpos, decisiones erradas y la complicidad de un estado ausente y de una productora que vela por sus intereses económicos. Porque volvió a ser Bulacio. Porque volvió a morirse gente en un recital donde tuvo que haber sido una fiesta que careció de orden, que se dejó librado al azar el número de público que asistiría…que son 150 mil, 200 mil, 300 mil, 550 mil, nadie sabe cuánta gente fue. Lo cierto es que no había policías, mejor dicho si, había: pocos, la mayoría de esos pocos eran pitufos. Encima solo abrieron una de las salidas del predio: la salida fue una mezcla de desconcierto y desesperación ante la sobrepoblación de gente que había en escasos metros cuadrados. Empujones, gritos, falta de oxígeno, nadie sabía si venir para acá o ir para allá.
El Indio es responsable de no prever que su show se desbordaría, es responsable de no denunciar que de los mil policías que le pidió a Ritondo solo recibió 10 patrulleros y un dron. Ritondo, Bullrich, háganse cargo de la seguridad de la gente y del lugar…los policías llegaron 24 horas más tarde, cuando los saqueos y el estado de anarquía ya estaba instalado en Olavarría.
Seguimos repartiendo culpas. Marcos y Matías Peuscovich son los hermanos que lideran el grupo empresario encargado de la organización, es la misma productora que aportó la logística en el recital de La Renga en el 2011 cuando un joven murió producto de una bengala que impactó en su cuello.
Hay balas para todos y también para los medios de comunicación, responsables de un rol paupérrimo a la hora de informar. Lo único que hicieron fue aumentar el pánico en la gente y forzar a profundizar el descontrol. Como les gusta el morbo, parecía que deseaban que haya más muertos, que sea todo más escandaloso. Una cosa son los rumores que circulan entre el público: que se murieron 11, que un nene de 6 años falleció pisado, que mujeres perdieron sus embarazos….una locura difundida por gente ignorante o mal intencionada…pero que Télam, la agencia oficial del Estado, diga que los muertos son 7 basándose en comentarios de redes sociales, sin haber llevado corresponsales o por lo menos haber chequeado la información. Son también responsables. No nos olvidemos que violencia, es mentir, y estos son parte del combo que busca instalar todo conflicto en una guerra política y mediática.