Empresas

Certificado de defunción para las Pymes

Por Margarita Pécora B.

 

Suena como una ironía, pero es una triste realidad: ¡Cerramos!:  Así, de escueto  pero brutal  es el mensaje  de aviso, que  hoy nos deja leer  el cartel  en  la fachada  o cortina, de  más de un negocio del barrio  que pereció  asfixiado por  el ajuste económico  que impone  sin miramientos, la actual administración de Cambiemos.

Cualquier  grafólogo  experto en detectar estados de ánimo según los rasgos de una  escritura,  podría diagnosticar  fácilmente  la angustia, la rabia, el dolor  del empresario deprimido,  que escribió  su propia lápida y la dejó colgada en triste despedida,  en la puerta del emprendimiento donde había volcado todos sus sueños, sus ahorros  y su promesas de futuro  para su familia y  de  la gente  a la que le dio empleo.

“Producción”, “competitividad”, “ganancia”,”exportación” eran  hermosos términos  que  ya muchas pequeñas o medianas empresas  habían experimentado en   épocas no muy lejanas. Tiempos en los que  supieron saborear lo que es  tener éxito de verdad;  pero de la noche a la mañana un manto negro  se extendió sobre ellas,  a medida que llegaba  el “cambio” de  modelo económico que  prometía pobreza cero,  menor inflación y  una Argentina que sería el  “Supermercado para el mundo”. Promesas a fin de cuentas  de un gobierno  neoliberal, de Ceos  que poco o nada saben de política, de justicia ni de equidad, y  por lo visto  tampoco  de economía,  generando  cambio sí,   para peor.

El   aumento de tarifas energéticas,  del precio de los  combustibles,  del transporte,  de los  insumos, la inequidad fiscal, la carencia de crédito productivo y  para colmo, la apertura indiscriminada  de importaciones,  no solo conspiran contra la industria nacional,  sino que  producen el estancamiento del mercado interno, y la caída estrepitosa del consumo.

Mientras  llueven los reproches, las quejas,  las denuncias,  las solicitadas de los gremios, los planes de lucha y reclamos de todo tipo,  el  virus letal   se sigue expandiendo como una epidemia   sobre las Pymes, causando  innumerables bajas  que ni el INDEC- éste que ahora supuestamente dice la verdad- se atreve a informar. Hoy nadie sabe a ciencia cierta cuántas Pymes han cerrado sus puertas, pero de que son miles, no les quepa  la menor duda.

En el fondo de todo está un país que hace una década atrás peleaba en todos los escenarios, por no endeudarse,  contracara del  actual bajo la égida de Mauricio Macri  que se sustenta  en  emisiones de deudas  que ya totalizan 132.969 millones de dólares, según un informe del Observatorio de la Deuda Externa de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET). Más de una generación  de argentinos- hasta los que están por nacer-,  cargarán sobre sus espaldas el pesado fardo  del pago de esa  deuda exorbitante.

En el ojo de esa tormenta que llena de incertidumbre al país, están  las Pymes, despojadas  de su principal  fortaleza, que es ser el motor generador de empleos  del país: Hoy, ventana que cierra, es  personal despedido= familia hambreada.

Ninguna de las medidas acordadas  por el Poder legislativo alcanza a  resolver la crisis que sacude a las Pymes. Ninguna emergencia llega para ellas, solo  medidas  y más medidas del  exterminador paquete de leyes económicas  que tienen un notorio sesgo regresivo, al transferir recursos desde los sectores del trabajo y las Pymes a las  empresas concentradas, las multinacionales y la especulación financiera.

Más ajuste, dólar más  caro  y Pymes  abandonadas a su suerte, desfinanciadas y sin  horizontes expresado  en  dolorosos carteles con letras que lloran  el cierre, como lápida de cementerio  con certificado de defunción  incorporado.

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