Alcahuetes
Por Simón Radowistky.
La cibernética ha paralizado el pensamiento nacional. Se acabaron las unidades básicas y los intelectuales peronistas. Hoy vemos influencer sin contenido y periodistas ensobrados.
La sociedad oligárquica, al mismo tiempo, no ha dejado en su estela histórica más que parálisis, manías imitativas, poesías traducidas y argentinos descontentos en su país.
Claudio Díaz en su “Manual de antiperonismo ilustrado” escribió: el directorio cultural que pretende controlar o al menos dirigir el pensamiento de un país distribuye prestigios entre ciertos habitantes del mundillo intelectual.
Lo hace para que los postulados que sostiene tengan consenso en los sectores sociales a los que necesita dominar con su discurso, valiéndose del aparato de la prensa y la propaganda conformado por editorialistas políticos, periodistas, escritores y difusores de ideas o pensamientos. Todo comienza cuando ese sistema mediático decide conceder aquel crédito y dictamina que tal o cual personaje es moral, ideológica y políticamente un dechado de virtudes, exquisito, insuperable y notable analista del mundo y de la vida.
Hay abundantes ejemplos del contraste entre lo que estos prestigiosos del campo progresista afirman y la realidad. Todo debe haber empezado cuando Juan Bautista justo dijo que para desarrollar la Argentina hacían falta “el librecambio y la supresión de la aduana. Por eso la izquierda liberal de este país le resulta más sencillo producir intelectuales en lugar de líderes.
Estos surgen de las zonas marginales a las que no concurren ellos. Y los consagra el pueblo. En cambio, los intelectuales son hechos en casa por los libros. El líder busca y cita hombres, el intelectual busca y cita libros. Pero las ideas carecen de valor mientras no demuestren su capacidad de convertirse en actos, y su intención de subordinarse a esos actos y aprender de ellos.
Escribió Salvador Feria: “si Jesús no se hubiese rodeado de pobres, el Evangelio no tendría encanto ni valor doctrinario. Hizo una doctrina para pobres y se rodeó de pobres. Y ese acto, que califica la autenticidad de la doctrina, es tan importante como la doctrina misma.
Hablamos de Juan B. Justo, pero siguieron su camino su esposa, los Ghioldi, Frondizi, Balbín, Alsogaray y ya más cercano en el tiempo los Alfonsín, Menem, De la Rúa y Macri. No mencionamos a Alberto porque no merece calificación alguna.
Los nombrados califican en el rubro alcahuetes del antiperonismo ilustrado. ¿Ellos nos dibujaron una Argentina colonial y desecharon y bastardearon al peronismo que al fin y al cabo fue la bisagra en la política nacional, no le parece?