Por Simón Radowistky
Si hablamos de imperios, colonias, patria o muerte, batalla cultural, explotados, explotadores, conservadores, lucha de clases, es probable que algún confundido no diga “te quedaste en el 45´”. Pero nada más actual que estos viejos conceptos.
En la década del 70´ Juan José Hernández Arregui editaba el libro “Peronismo y socialismo”. Allí se podía leer lo siguiente: “Las plutocracias financieras, a través de los estados que las representan en la esfera internacional, mediante la división entre un grupo de potencias y países coloniales sin autonomía, se apropian del trabajo asalariado de millones de seres y de las materias primas que no les pertenecen”
Además, continúa Arregui: “El capital financiero es el Dios moderno de la era imperialista. No se detiene ante nada ni ante nadie. La banca de una nación imperialista genera, a su vez, relaciones internacionales entre las súper naciones, una política común de explotación de las colonias, incorporadas así, como partes periféricas de las metrópolis, como fuente de beneficios multiplicados por los salarios de hambre, y gobernadas, en tanto colonias, o semi colonias, desde centros exteriores. Millones de colonizados trabajan para naciones extranjeras. Toda la existencia colonial está atravesada, marcada, sellada, por el capital extranjero”.
Suenan antiguos estos conceptos o quizás sea una trampa de quien les habla. Ni una cosa ni la otra. Arregui no supo lo que fue el proceso, el menemismo, la alianza o Cambiemos, tampoco hizo un análisis a futuro sino que escribía en el presente del indicativo. Lamentablemente no tuvo la difusión adecuada para poder prevenirnos porque la actualidad es tal cual relataba este autor hace 42 años.
Hoy analizamos la política internacional tal cual lo dijera Perón y apreciamos un mundo en pleno ajuste por un lado y en guerra por el otro. Observamos tierras ricas empobrecidas, y millones de habitantes con hambre en un planeta con los recursos necesarios para que nadie pase necesidades.
En un mundo mediocre también vemos como minorías poderosas controlan la vida y la muerte de las mayorías que habitan el planeta. También en la actualidad apreciamos como la élite lleva a cabo la tesis de la explosión demográfica, o sea, el retorno a la teoría planteada por el pastor liberal Tomas Malthus, que viviera entre 1766 y 1834, en su libro “Ensayos sobre el principio de la población”, cuya falsedad fue demostrada, ya en su época, por economistas y hombres de ciencia, tanto desde el punto de vista matemático como biológico. Como es sabido, según Malthus, mientras la producción de alimentos aumenta en progresión aritmética: 1, 3, 5, 7, 9, etc., la población crece en progresión geométrica, 1, 3, 9, 27, 81, etc.
Arregui dijo que el incremento de la población latinoamericana, en otras palabras, implica “varios peligros para Estados Unidos, entre los cuales, el primero es la explosión, no demográfica, sino política de los pueblos aplastados por la miseria. Visualizando la cuestión como porvenir, Iberoamérica, considerada como unidad geopolítica, une su destino al número de sus habitantes, pues la población es un factor decisivo del poder político”.
Siguiendo este análisis, no es extraño entonces la política anticubana por parte del gobierno estadounidense y menos aún la ayuda financiera de parte del norte a los partidos de oposición de los gobiernos populares en los principios del siglo XXI.
No puede causar sorpresa, entonces, la muerte de Chávez, la caída de Dilma y Lugo, y la persecución a Cristina y la traición a Rafael Correa.
Las plutocracias financieras de los 70´, hoy corporaciones supranacionales apoyan siempre a aquellos gobiernos de derecha latinoamericanos que les garanticen la explotación de sus habitantes. En síntesis, respaldan dictaduras y traidores para el crecimiento de una élite que sólo busca el control de la natalidad y reducción poblacional.