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Tiempo presente

Por Gabriel Princip

La opinión publicada es aquella que se informa cotidianamente y que opina, sin contenido, pero con fuertes juicios de valor. Los militantes de este sector de la vida pública argentina no conciben el futuro, viven y opinan sobre el presente.

Son aquellos que vieron en Alfonsín el mentor del tercer movimiento histórico y cuando la hiper inflación hizo trizas al vocero del preámbulo, llamaron a grito pelado a Carlos Menem.

Con el “No los voy a defraudar”, la apuesta fue grande. Se bancaron el origen peronista de Carlos y les encantó cuando viró a la derecha. Por supuesto que lo votaron a cuatro manos pero se escondieron en los confines de los 90´.

Apareció De la Rúa y acompañaron su honestidad. La moral y las buenas costumbres ante todo, atrás quedaron la Ferrari, las fiestas y el tapado liberal del menemismo. Ningún soldado de la opinión publicada alias clase media se hizo cargo del pobre riojano.

Con el “Dicen que soy aburrido” se atrincheraron en su clase y defendieron los valores en contra de la corrupción peronista. Con De la Rúa en el poder, Menem dejó de ser liberal y pasó a ser ladrón peronista. Cuando hacían fortunas con los plazos fijos y los resabios de plata dulce nadie reclamaba la marcha que estaba oculta.

El poder destruyó al radical cuanto este no dió respuestas favorables de devaluación y flexibilización laboral. Caído De la Rúa, surgieron los cinco grandes del buen rubor y siguieron haciendo añicos al país con la clase media expectante, con lágrimas en los ojos y “el que se vayan todos que no quede uno solo” en los labios.

El pensamiento nacional era un artículo de lujo que sólo consumía una minoría ilustrada. Duhalde sin los votos pero con las botas logró el apoyo de la clase media. De nada le sirvió. Kosteki y Santillán dieron por terminada sus aspiraciones de poder  pero antes le regaló a la opinión publicada una devaluación asimétrica que sólo fue reconocida para descalificar el gobierno K.

Llegó la era K y el país salió del quinto infierno. Néstor dejó el sillón de Rivadavia con el porcentaje más alto de imagen  positiva para alguien que fue la autoridad máxima.  Esta vez, la clase media supo ser agradecida y confió en Cristina.

La ampliación de derechos fue el eje conductor de la presidencia de Cristina. Obra pública, universidades, rutas, planes sociales, jubilación para el ama de casa, pintaron dos presidencias de crecimiento a través de un plan nacional y proteccionista. Pero el poder maneja los tiempos y la tapa de los diarios se pobló de policiales políticas que esmerilaron la imagen K. Otra vez, la opinión publicada cayó en la trampa, que la inflación, que la corrupción, que Nisman y la mar en coche, llevaron al triunfo a Mauricio Macri.

Dos años después, el soldado de la opinión publicada aplaude cada gesto presidencial. Eso sí, no puede llenar un locutorio, viaja en auto blindado y gana elecciones por un tercio de los votos.  Los derechos caen en picada, la reforma laboral sale si o si y Durán Barba culmina el  proceso de desorganización nacional  diciendo “la clase obrera va a desaparecer”. Barba no se equivoca, la que no tiene idea -pero si opinión- es la clase media que sigue aplaudiendo a su verdugo.

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