Por Gabriel Princip
El personaje de Doña Rosa como símbolo de la clase media informada pero sin formación ni contenido, fue un invento del Lanata de los 90´, Bernardo Neustadt. Así, el periodista hacía referencia al ama de casa que pasaba el día en la cocina y no le interesaba si el país era libre o no, si había derechos o no, sólo quería cocinar para su marido, ver la novela y que los pobres no le toquen el timbre para pedir comida.
Ese personaje quedó definitivamente instalado en todo hecho periodístico o político en el siglo XXI. Así cuando los K gobernaban, el personaje se escuchaba en las radios, en la cola de la carnicería y en la calle protestando contra la cadena nacional, las calzas o el bolso de Cristina. Para ahondar en la protesta, presagiaba que todos terminarían presos, no sabía porqué pero si lo deseaba.
Finalmente Macri le dio el gusto a Doña Rosa. Hoy los medios en sus diferentes formatos transmiten en cadena que todo K está preso, marcha a una indagatoria o es solicitada su concurrencia a Comodoro Py por el honesto juez Claudio Bonadío. Doña Rosa explota de alegría. Tampoco sabe si es justo o injusto o la razón de la persecución jurídica, pero que le importa si puede expresar su anti peronismo y su odio hacia aquellos que la hicieron crecer en sus derechos y su economía.
Dudar de la honestidad del presidente es casi un acto subversivo. Arturo Illia vive en el alma de Mauricio. Sus discursos impolutos, con clara alusión de su lucha permanente contra la corrupción transforman a este ex presidente de Boca en un líder más carismático que el General Perón.
Pero hoy el formato Doña Rosa se ha actualizado. Además de ser esa ama de casa, que ya no puede jubilarse, hoy existe la joven de creencias independentistas y progresistas que se jacta de ser moderna, no saber cocinar, llamar al delivery y tener un salario que le alcanza para abonar el alquiler y la comida chatarra. Esa misma que hasta hace dos años planificaba vacaciones y hoy trata de ir un fin de semana a Colonia para poder explicarle a sus relaciones que viajó al extranjero.
Entonces se reúnen la vieja y la nueva Doña Rosa. La antigua sigue odiando al peronismo porque la sacó de la pobreza y la nueva porque cree que nuestro líder es cool y con las redes les manda tips para un mundo mejor. Las dos pobres en la práctica, pero cerca de la oligarquía en la mente. Les encanta que gente de ojos claros y bien vestida les explique que haciendo un sacrificio van a estar bien y mucho mejor que antes. Pero no comprenden por qué no les alcanza el dinero y la primera respuesta que encuentran es “porque se robaron todo”.
Sabiendo que encontraron un culpable o varios para su mediocridad y estado financiero, no les importa el día a día. Siguen votando a nuestro líder que si los empobreció pero fue justo al llevar a prisión a quienes se robaron todo.
Por eso gritan al unísono “Boudou corrupto que vaya preso”. No saben que el ex vicepresidente tenía 70 causas, se cayeron 68 y la que lo lleva al juicio oral es la causa Ciccone. “Tráfico de influencias” marca la caratula, o sea, habló con un amigo para que pagara a la AFIP en 148 cuotas. No se llevó una moneda. El caso es similar a ese dueño del Correo, cuyo nombre no recuerdo, que le permitió a su padre, cuyo nombre me olvidé, para que abone lo que debe en 150 cuotas. Pero para Doña Rosa, Boudou se afanó la maquinita para hacer billetes.
Entonces Durán Barba cuando recibe el informe del FBI donde indica que el argentino promedio piensa como un chico, emplea métodos y herramientas para que su jefe no se vaya más del poder.
Hoy Doña Rosa, la vieja y la nueva, ha triunfado. Sabe que todo está más caro, que hay que hacer esfuerzos que antes no hacía pero lo hace en nombre de esta gente linda de ojos claros que nos gobierna. No más Cámpora, no más Plaza de Mayo sucia de cáscaras de mandarina, no más fiestas de negros, ahora el sacrificio es blanco y alguna vez rendirá sus frutos. Doña Rosa entendió que siempre tuvo razón. La ignorancia la llevó por el camino que el presidente supo trazar.