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Cambiemos y sus pecados capitales

Por Simón Templar

La residencia presidencial de Olivos era fiel testigo de una nueva reunión entre aquellos que con el cambio hicieron de un país la quinta del imperio. La primaveral mañana acompañaba, sol mediante, el intercambio de juicios de valor de los dirigentes reunidos.

Entre otros parroquianos se encontraban el presidente Macri, la diputada Carrió, la ministra Patricia Bulrich, el empresario Niki Caputo, el periodista Jorge Lanata, el rabino Bergman y el jefe de gabinete Marcos Peña.

Mientras departían, café de por medio, las ventanas iban al compás de una rara ventolina. Esta se profundiza en un viento que preocupa a los presentes. No era un tema climatológico.  Los siete pecados capitales penetraron en la reunión y se hicieron cargo de los habitantes del salón. Así pues la avaricia penetró en el cuerpo de Marcos Peña, la soberbia se hizo cargo de Patricia Bulrich, la ira de Lanata, la lujuria de Bergman, la gula de Nicolás Caputo, la envidia de Elisa Carrió y la pereza, cuando no, de Mauricio Macri.

Con los pecados capitales en la sala, la historia nuevamente cambió. Los temas que hacen al gobierno en todos sus rubros se barajan con los pecados presentes.

Rápidamente la Gula (Niki Caputo) pide la palabra. El empresario expone un proyecto donde no habrá licitación, y si sobrefacturación. El mismo consiste en techar toda la Capital Federal, de esta manera dice Niki: “todos aquellos que duermen en las calles tendrán un ambiente calentito y nos agradecerán con el voto continuo”.

“¿Les parece?” La pereza no contestó, dormitaba, la envidia envidiaba la cantidad de negocios que hacía la gula, es mas pensó “se los come todos”. La lujuria, la soberbia y la avaricia no opinaron. La ira, Jorge Lanata, comentó “está todo bien pero Cristina va presa ¿no?”

En ese  momento todos miraron a Macri, o sea la pereza, que todavía dormía. Elisa Carrió, la envidia, apoyaba a Jorge, al igual que el resto salvo la gula, que calculadora en mano calculaba los metros que harían falta para techar la Capital.

Mientras la gula quizás entraba en los terrenos de la avaricia, Marcos Peña no se quejaba, como la ira, esperaba. La avaricia le dejaba el negocio chico a la gula. En sus planes tenían las cámaras  baja y alta a su disposición. La avaricia había interpretado una idea de la pereza, el poco tiempo que estuvo despierto y reunió a los legisladores. Les pidió que comenzaran a ser lobby para que a partir de ahora Boca gane todos los campeonatos, que las protestas sociales rumbo a Plaza de Mayo paguen un canon, que los pobres paguen un impuesto a la pobreza, que los jubilados se afilien a prepagas y dejen el PAMI y que las elecciones se definan por penales y patee para Cambiemos Messi y ataje para el peronismo Amadeo Carrizo. Naturalmente todos avalaron la idea de la avaricia, nadie se mete con ella, pero la ira preguntó “todo bien pero, ¿Cristina va o no va presa?”.

La envidia aplaudía cada iniciativa de sus compañeros y estaba de acuerdo con la ira de encarcelar a Cristina. No por haber cometido delito alguno sino que la envidiaba y mucho. También envidiaba a la pereza, era quien mandaba y solo dormitaba.

La soberbia no hablaba. Sabía que Maldonado había muerto pero jugaba con los medios y la gendarmería. Total era la que mas sabía, la preferida de la pereza y la que no daba cuentas, por eso la envidia la tenía en la mira. La lujuria con Bergman a la cabeza solo pensaba en comprar. Al tiempo que observaba en internet Viajes en despegar.com solo para comprar y comprar, total la pereza no se daba cuenta. Seguía durmiendo. Nadie la tenía en cuenta salvo la ira. “Che Bergman muy lindo lo tuyo, pero ¿Sabés si Cristina irá presa?

La reunión culminaba. Cada uno guardaba sus carpetas. En eso la pereza se desperezó. Observó a todos, los saludó uno por uno rápidamente porque en cinco minutos la cama la esperaba. Todos los pecados capitales saludaron y se fueron en silencio, salvo la ira que a todos comentaba, “Che, ¿Cristina al final va presa o no?

 

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