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Causa común

Por Gabriel Princip

La derecha, históricamente, tuvo un discurso donde destacó la eficiencia, el sentido común y la unidad de criterio. Todo dirigente liberal es reiterativo en estos términos. Y utiliza como ejemplos válidos países del primer mundo. En lo discursivo, no les falta razón.

Las grandes potencias tienen unidad de criterio en los grandes temas nacionales. Ningún presidente norteamericano detendría una guerra para diferenciarse del anterior. No se conoce canciller alemán que, por diferenciarse de su antecesor, cambie el modelo económico. No es el caso argentino porque desde Yrigoyen para acá todo presidente que asumió el poder destruyó al anterior hipotecando al país cuando fue preciso.

En campaña, todo candidato habla de cuestiones de estado que todos los partidos políticos deben aunar criterios. Llegan al sillón de Rivadavia y lo único que comparten son las miserias.

Hoy por hoy, el macrismo saca a todos sus jugadores a la cancha más el equipo de trolls, pagado con nuestros impuestos, para desteñir la figura de Santiago Maldonado. Dirigentes, diputados y militantes cibernéticos embarran la cancha. Que era monto, que era drogón, que se escondió, que es K, que es mapuche, que los mapuches son delincuentes y chilenos, que son intrusos, que los derechos humanos y la mar en coche. Vergüenza ajena dan ante el espectáculo que montan ante la desaparición de una persona.

En este tema, como en otros que rozan lo social debería ser una causa común de toda la clase política. Y no mentir para diferenciarse del enemigo partidario. ¿El presidente Macri carece de un asesor con sentido común?, me pregunto. Si le sobran sicarios de la palabra que le sugieren ataques constantes a todo aquello que no sea a favor del espacio amarillo.

Pero un presidente honesto, con asesores y ministros honestos a su lado, hubiera respondido de inmediato ante el caso Maldonado. Si es verdad que se escapó, que se escondió o que lo retienen los mapuches, ¿Para que la antigua Side cobra terribles sueldos si no son capaces de encontrar a un hippie, drogón,  sin poder alguno?

Y si tuvo un trágico final por una bala gendarme, como es lo más cercano a la verdad, ya que hubo represión y gendarmes que alzaron sus armas con plomo enemigo, ¿Por qué el presidente no lo denuncia? Si así fue, se pide la renuncia del jefe gendarme y de la ministra de seguridad. De esta  manera, a pesar de la desgracia el presidente no sería cómplice de un asesinato.

Pero el gobierno no utiliza ninguna de las dos opciones posibles. Ni lo busca, ni reconoce la represión. Los días seguirán pasando, nos preguntaremos donde está Santiago Maldonado, el gobierno dirá que es una operación K pero todos en lo más íntimo sabremos que el peor final se produjo,  pero la confirmación oficial no se presentó a la cita.

Hoy es un desaparecido, como diría Videla, si está desaparecido quiere decir que no está. Será el 30001 y no se suman otros casos como el de López por citar alguno. Porque esta desaparición, aunque el sistema se oponga y Lanata nos quiera mentir, es forzada y bajo responsabilidad estatal. López desapareció y murió pero no fue responsable el estado y esa es una pequeña gran diferencia.

Alguna vez debería el gobierno acordar con la oposición cinco puntos de interés nacional. Existen causas comunas donde el pueblo acuerda y no entrar en la rivalidad partidaria. Hoy para diferenciarse el uno de los otros son capaces de recibir al diablo y declarar a Cristo persona no grata.

Mientras tanto el nuevo orden mundial se consolida. El imperio cierra filas, Europa hace lo propio y aquí en Argentina sólo acuerdan cuando de entregar la patria se trata. Felicitan al FMI, los fondos buitres, van juntos a Davos pero detestan a las mayorías, a los jubilados, a los necesitados y de Santiago Maldonado no les importa nada. El votante amarillo debería entender que no es digno apoyar a un gobierno que no es humanista, que es corrupto, entreguista y que no le interesa la vida de los chicos, de los viejos y menos aun de aquellos que desaparecen. Aunque ellos y yo sabemos que está, que no se escondió, pero no se animan a anunciar el triste final.

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