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Gusto a poco y olor a viejo

En Colonia Vela el día es tan soleado como ventosa la noche. En un despacho lleno de gente hay varios cuadros que cuelgan de las paredes. El del libertador, el de un brigadier, el cuadro del General, y el cuadro del flaco que bajó otros cuadros.

En el escritorio central del despacho estaba sentada «ella». «Ella» es la que le pidió a un colaborador que apague la televisión porque estaba cansada de ver bailar cumbia, y festejar mentiras a sus rivales desde los «cuarteles de invierno».

Los medios llamaban a las florerías para comprarle coronas, y ciudadanos unidos la esperaban a la salida del despacho.

Era la época infame, la del fraude, la del 2017.

«Ella» decidió pasar tiempo sentada con su nieto frente a una computadora, cuando uno de sus allegados abrió la puerta de la oficina y la convenció de encender la TV. La paliza ya no era tal, y faltaban contar votos. Eran los de los electores que desde los cuarteles sólo conocían para denigrar y ejemplificar cuando hablaban de negros.

Pasó el tiempo, el nieto ya se refregaba los ojos y la abuela concedió en que lo mejor era que vaya a dormir.

Pero había algo raro, ¿Que no le había pegado ninguna consultora? No, eso era lo más normal del mundo. ¿Que el mandamás de la zona portuaria de Colonia Vela había reconocido ser el tercero y con su discurso lustrar las botas de los que estaban en Cuarteles de Invierno? No, eso era pan de todos los días…

Hablando de eso, el panadero del pueblo también era uno de los ciudadanos unidos que festejaban cada mini micro mini actualización del 0,0001% de los votos.

Pero volviendo a lo anterior, algo raro había… y hasta se podía sentir en el aire.

Un tufo a viejo, a cambiar futuro por pasado, a volver a la época de vacas flacas, esas que contaban los sufragios a punta de pistola.

 

Las horas pasaban y la tendencia se confirmaba, la paridad entre el propietario de la fábrica más grande de Cervezas Artesanales, y vigilante principal de la cárcel de menores; y “ella” cada vez era más grande.

 

Muchos, indignados, se fueron a dormir pensando que habían secuestrado su voto. Es que ya se había secuestrado goles, e inclusive desaparecer personas, ¿Por qué no desaparecer votos?

 

Otros, y esto es preocupante, también se fueron a dormir felices. Y eran muchos, según los guarismo el tercio de la sociedad para ser exactos.

 

Pero a estos últimos también se les secuestró los votos, se les mintió, se les hizo creer que lo que su pantalla le mostraba desde los cuarteles de invierno festejando era una realidad irreversible.

 

De madrugada, salió a hablar ella. Denunciando lo que sucedía en ese pueblo, y en ciudades hermanas, agradeciendo y pidiendo perdón. Porque entendió que Colonia Vela no iba a dejar de ser colonia mientras pase esto, que como consecuencia la otrora fortaleza agrícola se iba a marchitar antes de tener brotes verdes. Que la economía del pueblito la manejaban unos pocos que no participaban de la contienda, porque el poder real mirá desde arriba al ciudadano. Y que lo mejor para contrarrestar tanto odio es votar a quien te permita seguir votando.

 

Luego, “ella” se retiró y otro colaborador le dijo “Por qué saliste a hablar? Podrías haber esperado hasta mañana y hacer una conferencia, los números no están claros aún”.

 

A lo que “ella” le respondió “números?, mirá por la ventana ¿No ves que ya amanece?”

 

El hombre la volvió a interpelar “Sí, y…?”

 

“Que va a ser un día peronista”.

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