Por Napoleón Solo
Menem llegó al gobierno después de una campaña azarosa, dinámica y prometedora. Todos sus anuncios creaban ilusión y esperanza donde su mensaje concreto era la revolución productiva.
Masivamente el pueblo peronista, más un sector de la clase media, lo transformó en presidente. La frase “Si decía la verdad no me hubieran votado” que dijo Guillermo Vilas, un periodista se la atribuyó a Menem, se repitió decenas de veces y se estableció el mito en boca del riojano. La frase quedó en el arcón de los recuerdos.
Pero un empresario joven que lo admiraba, llegó, destino mediante, a una situación similar y copió el método. Macri prometió todo, no dio nada y se llevó todo. Llegó a decir que Aerolíneas sería estatal y privada, que el fútbol, sin propaganda política, seguiría, que los maestros iban a ser reivindicados, en fin, el verdadero cambio. Otra vez el pueblo cedió el sillón de Rivadavia a un mentiroso. El 30 de junio del 2016 en el Congreso de la Asociación Cristiana de Dirigentes, el presidente dijo: “Si yo les decía a ustedes, hace un año, lo que iba a hacer y todo esto está sucediendo, seguramente, iban a votar mayoritariamente por encerrarme en un manicomio”.
Y así la clase dirigente, en especial los integrantes de la derecha, se aburren de mentir a diestra y siniestra. La izquierda, por el contrario, exagera su posicionamiento, crea esperanza pero nunca se puede probar si mienten o no porque no llegan al gobierno. El peronismo siempre hace base en el trabajo y el consumo. Néstor y Cristina cumplieron.
Las mentiras que esparce la derecha parten de la esperanza, atraviesan la expectativa y tienen como destino final: el ridículo. Creer en la pobreza cero de Macri partiendo del ajuste liberal cumple con la ecuación enunciada. Lo mismo para la unión de todos los argentinos y el ataque al narcotráfico.
Elisa Carrió también colabora con este pecado. Cuanto opositor se cruce en su camino es corrupto o narco. Desde el presidente de la Corte Suprema de injusticia Lorenzetti, pasando por su ex amigo Losteau hasta el hombre más parecido a su ex esposo, Aníbal Fernández.
No olvidemos a cada integrante del gobierno anterior, más todo lo que huela a K y le sumamos un Angelici para poder decir tranquilamente que en sus denuncias y acusaciones es una demócrata, ya que castiga a todos por igual.
De Aníbal Fernández se llegó a decir que era el jefe narco, y ya pasadas las elecciones, reconoció que construir la figura de Aníbal le costó años con lo cual reconoció la mentira. Igualmente, aplicando cierta lógica, nadie puede creer que un jefe narco no pase a mejor vida a sus enemigos, que pierda las elecciones y hoy dé pena en los rincones mediáticos. Si la acusación de la blonda diputada fuera cierta, Fernández debería renunciar a la narco- mafia por ineficiente e inútil.
Cambiemos prometió un cambio para mejor y no cumplió. El dicho popular diría que la mentira tiene patas cortas. Emerson nos ilustró diciendo que “Al que juró hasta que ya nadie confió en él, mintió tanto que ya nadie le cree y pide prestado sin que nadie le dé, le conviene irse a donde nadie lo conozca”.
Pero el pensamiento PRO, la idea de la derecha se acerca más a lo que dijo Adolf Hitler “las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña”.