Por Gabriel Princip
Alguna vez se instaló en el mensaje político la frase: “Es la economía, estúpido” y tenía que ver con el proceso electoral yanqui. Hoy también cabe esa frase que el macrismo lo sabe, no le encuentra la vuelta y decide apoyarse en una política dura, represiva y miserable para con los clases medias y bajas.
La inflación no cesa, la recesión tampoco, menos aún el ajuste en forma vertical y absoluta. El futuro es negro con tendencia a oscurecerse, por lo menos hasta las próximas elecciones que se producirán a fin de año.
Dante Palma en su último libro, “El gobierno de los cínicos” expresa: “La perspectiva del liberalismo económico supone que lo único que hace su programa es respetar las leyes de la economía, y que toda teoría económica que suponga formas de intervención violenta ese orden natural. En este sentido, caído el paradigma comunista, el nuevo enemigo del liberalismo económico se llamó populismo, un verdadero significante vació capaz de condensar todos los males y que se caracteriza, en materia económica, por un intervencionismo estatal que, dependiendo del contexto, es más o menos preponderante, pues si bien, por ejemplo, durante la larga década kirchnerista se recuperaron empresas del estado, esto se hizo solo en sectores estratégicos a ante casos flagrantes de servicios deficitarios. En este sentido, la fiesta del despilfarro la hace el funcionario populista, pero el ajuste no lo hace el funcionario liberal sino “el mercado” o “las leyes de la macroeconomía”.
La actualidad nos marca una época donde el mercado reina, las inversiones son promesas que se cumplirán en algún semestre de este siglo y el ajuste se instaló con poder de reelección terrible para prometer mucho, no cumplir nada y llevarse todo.
Estamos viviendo una época post capitalista mundial con olor a muerte. El estado sólo se hace presente para el cobro de impuestos, y la idea armamentista brilla en el norte y pretende visitarnos en algún momento.
La economía argentina sigue paralizada exponiendo un discurso que solo habla de lo que no va a suceder, la llegada de inversiones. En su libro, Dante Palma comenta: “El buen inversor no es que reconoce las supuestas leyes naturales que operan en el mercado sino el que es capaz de predecir el comportamiento de una manada, claro está, es informada, es decir, recibe su forma, en buena medida, por las tapas de los diarios y el elenco estable de economistas del sistema que, a juzgar por sus frecuentes apariciones, parecería que duermen dentro de los canales de televisión”.
El ajuste no da tregua. La política económica va en sintonía con la casi todo Occidente. En América Latina, las excepciones son Ecuador y Bolivia. El nuevo orden mundial se va construyendo de a poco. Las corporaciones supranacionales se imponen día a día sumando fichas en su TEG gigante.
Medio Oriente es un polvorín, el otro extremo asiático es el corredor de barcos misilísticos, la Europa civilizada y blanca muestra a la desocupación como postal, en el medio miles de migrantes recorriendo los terrenos del primer mundo mientras los líderes mundiales deciden si la tercera guerra mundial comienza este año o la postergan.
Mientras esto sucede, el presidente se sigue cuadrando ante el imperio para lo que guste mandar. En 1939 ocurrió una situación parecida y los gobiernos infames se mostraron neutrales para luego Perón, aprovechar el momento y declarar la independencia económica. No parece el pensamiento de Macri que se desespera por brindar su servilismo a sus amigos, los colonizadores.