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Hablemos de cosas importantes

En el último año, todos los indicadores socio económicos indican un retroceso en el consumo y en el acceso a los derechos adquiridos por vastos sectores de la sociedad, gracias a una política que protegía el mercado interno y el desarrollo de nuevas fuentes de trabajo.

Por Alejandro Phatouros

La excusa que el país está devastado, y que de todo la culpa la tiene el gobierno anterior, a quince meses de gobierno, empieza a ser un reconocimiento de errores propios e incapacidad para proponer un plan de desarrollo, propuesto durante la campaña electoral, y olvidada a los veinte minutos de asumir.

Entre 2015 y 2016, 1,5 millones de personas cayeron en la pobreza, de acuerdo con el último informe de la Universidad Católica Argentina (UCA). Así, al tercer trimestre de 2016 esta problemática afectaba a 13 millones de personas, el 32,9% de la población, el porcentaje más alto de toda la serie de la institución que empieza en 2010. La indigencia también se incrementó hasta ubicarse en el 6,9% de la población, con 600 mil personas más que en 2015. La UCA considera pobres a las familias tipo (dos adultos y dos menores) que tienen ingresos por debajo de $9.283 por mes, e indigentes a aquellas que no alcanzan 4.442 pesos.

El Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad nacional de Avellaneda realizó un estudio en el que se determinó que, en el último año, el consumo de leche bajó un 25%, mientras que la producción se redujo en un 14,7%.

Lo que queda claro de este dato es que, dentro de unos años, los que hoy son chicos y quieran incorporarse al mundo del trabajo, o de la educación, lo van a hacer con un problema de desnutrición subyacente.

Hasta hace algunos meses atrás, los medios de comunicación y algunos periodistas, informaban sobre la tragedia que significaba la posibilidad que nuestro país importara leche desde Uruguay para cubrir la demanda. Hoy nadie, o muy pocos, se hacen eco de la verdadera tragedia que significa esta baja en el consumo de leche.

Pero no es lo único que se dejó de consumir. Un último informe dado a conocer por IES Consultores, muestra que el consumo de bebidas cayó a un mínimo de 22 litros por habitante por año, con una baja promedio en los distintos sectores del 7,9 por ciento.

Según el estudio, el segmento de refrescos, aguas, aguas saborizadas y jugos exhibió un volumen de ventas de 37,5 millones de hectolitros en 2016, el más bajo de los últimos seis años.

De la misma manera que cayó el consumo, bajó la producción. Lo que demuestra que en este caso el problema no es la importación de productos, sino la fuerte baja en el poder adquisitivo de los argentinos. Es que la inflación (alimentos +39% en 2016) y el incremento de los salarios no fueron a la par, abriendo una brecha que se advierte en la baja en las compras.

El consumo por habitante de carne vacuna se ubicó en el promedio de los primeros diez meses en 55 kilogramos/año lo que implica una caída de 8,3% interanual, indicó este viernes un informe de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA).
«Por su parte, el promedio móvil de los últimos doce meses fue de 55,4 kg/hab/año en el décimo mes del año, resultando 7,3% inferior al de un año atrás», precisó, el segundo nivel más bajo de los últimos 16 años, apenas encima de los 54,5 kilos de 2011.

La finalización del programa Ahora 12, que permitía a la gente adquirir productos electrodómesticos, fue discontinuado por este Gobierno, presentando otro con cuotas indexadas que, según sus mismos creadores, no dio resultado, y eso se ve en la brutal caída en el porcentaje de compras.

Hasta hace apenas un año la compra de una heladera, un aire acondicionado, un celular o una computadora eran un síntoma de la incorporación de vastos sectores sociales a una mejoría en su nivel de vida. Creer que estos artículos forman parte, hoy en día, de una canasta de productos suntuosos, es tomarle el pelo a la gente, como lo han hecho en declaraciones públicas, el Presidente del Banco Nación González Fraga, y la Vicepresidenta de La Nación, Gabriela Michetti.

Ayer, el Presidente anunció, con bombos y platillos, el crecimiento del sector automotor prometiendo, sin ningún plan concreto, la fabricación de 750 mil vehículos por año a partir del 2018. Nadie le aviso que hace apenas tres años, en nuestro país se producen más de 850 mil unidades por año.

La promesa, porque solo es eso, busca dar una imagen de país en crecimiento, mientras las grandes automotrices suspenden personal y cierran fábricas. Por cada trabajador que se queda sin trabajo en esas empresas, son otros cuatro los que lo pierden, y que están vinculados a esa producción en talleres pequeños.

Nos parece que mientras algunos medios discuten la pesada herencia, o estigmatizan a toda una generación por las deficiencias organizativas en un recital, deberíamos hablar de otras cosas. Las cosas que importan.

La falta de trabajo, las escuelas cerradas, la persecución política, el desguace del sector industrial, el ahogo tarifario en los servicios y en el transporte.

Estas son las cosas de las que queremos hablar antes de que sea tarde.

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