“La lucha en el período histórico actual es por la superación del modelo neoliberal y lograr así construir una alternativa concreta a ese modelo, congregando a las fuerzas sociales y políticas necesarias. Después del surgimiento con fuerza, el modelo neoliberal pasó a su ase de supervivencia, fase marcada por la recesión económica y por una gigantesca crisis social, así como por una inmensa crisis hegemónica que apunta hacia su agotamiento y la búsqueda de alternativas de su superación.”
En la apertura del 133 período de sesiones ordinarias, Cristina Fernández de Kirchner, dejó en palabras una consigna que, como sociedad, no pudimos al menos hasta ahora, capitalizar. “Yo no dejo un país cómodo para los dirigentes, dejo un país cómodo para la gente”.
Tan cómodo que muchos, cobijados por el blindaje mediático y una supuesta campaña de miedo no vieron cómo los derechos adquiridos fueron pisoteados uno por uno.
Con un individualismo que sentó bases sólidas en los años 90, que se manifiesta en un núcleo electoral de Cambiemos de mas de 50 años, se miró para otro lado una vez más, mientras que los voraces coletazos del cambio elegido expulsaban el excedente social. Ese mismo individualismo que en 12 años de gobierno no se pudo romper, donde se le brindaba al ciudadano derechos y un gran acceso al consumo, sin llegar a generar la conciencia necesaria de que sin Estado no hay bienestar, mas allá del slogan de “La patria es el otro” que penetro en los jóvenes y votantes de este 49%.
Pasmados ante tal avasallamiento, gran parte del pueblo quedó inmóvil. Víctima de una estrategia muy bien explicada por el actual ministro de educación Esteban Bullrich “Hay que modificar el sistema, hay que sacudirlo y lo hemos hecho” “Lanzar muchas iniciativas al mismo tiempo, porque el gremio focaliza”. “Entonces cuando se dieron cuenta que alguna ya se implementó, van atrás de esa y avanzar con la que no había avanzado”.
Es esto lo que ellos llaman “sinceramiento” que no es tal. Es ni más ni menos que una hábil estrategia política que les permitió junto con la vista gorda de parte de la oposición y de la CGT, avanzar sobre muchas conquistas políticas, económicas y sociales. Aunque anteriormente se hacia referencia a la falta de conciencia de un sector de la sociedad, que genero las condiciones para que en 14 meses de gobierno se pierdan una gran cantidad de conquistas, hoy de una manera tímida nos permite ver que la realidad de donde venimos era muy distinta a la actual.
Realmente era un país cómodo para la gente, sin embargo, gracias a los medios de comunicación, se instaló la idea de crisis, una pesada herencia, que obligaba al actual gobierno a aplicar las medidas de ajuste que venimos sufriendo como ciudadanos, como sociedad y como país.
Así se revirtió la consigna de aquel discurso de CFK y el país dejó de ser cómodo para la gente y pasó a ser cómodo para ciertos dirigentes y referentes políticos de los sectores más concentrados.
Utilizando el concepto de Emir Sader, estamos en la fase neoliberal de supervivencia marcada por la recesión económica y una gigantesca crisis social y hegemónica que apunta a su agotamiento. Todos los poderes están siendo cuestionados ante la falta de respuesta a los reclamos sociales. Desde la cabeza del Ejecutivo hasta el Triunvirato de la CGT.
Se vienen 72 horas claves, donde este concepto se vera plasmado en la calle, en las movilizaciones, así como también en el cotidiano de la sociedad en su conjunto. Para lo cual se hace fundamental esa congregación de fuerzas sociales y políticas en unidad de acción como un puño apretado.
“Con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes”. Es lo que comienza a surgir en estos tiempos. Las bases comienzan a moverse, y las cabezas tambalean. Más tarde o más temprano, esa presión va a hacer que el tablero político comience a acomodarse, aún con más fuerza en éste 2017 electoral. No sin un costo político y social, producto de haber esperado tanto tiempo para movilizarse y manifestar, llegando a este creciente malestar generalizado.
La etapa, que por cierto nunca existió, de asegurar la gobernabilidad ya pasó, ahora lo que hay que exigirle a todo el arco opositor es que deje esa actitud de complicidad y garantice a través de acciones políticas concretas que las consecuencias de esta crisis inventada no expulse a más argentinos a la pobreza y desesperanza.
Supimos ser un pueblo merecedor de políticas públicas activas que generaron muchísimos derechos. Supimos aprovechar muy bien un modelo inclusivo. Supimos poner el grito en el cielo cuando alguna medida no era bien recibida. Supimos tener voz.
Debemos tener memoria y dejar de lado la idea de alternancia, para que de una vez nuestro país deje de caer en modelos de ajuste reiterados, y consolidar las bases de un modelo inclusivo, que cierre con la gente adentro. Volver pero mejores.
Es hora, ya, que nuestra voz se vuelva a escuchar, que nos organicemos y reclamemos más allá de los referentes políticos para que ésta crisis no nos cueste tanto o más que la del 2001.
Las condiciones políticas, económicas y sociales están dadas para poner el freno, para que el costo lo paguen quienes realmente lo deben pagar.
Parafraseando al presidente de Ecuador, Rafael Correa “no son los pobres los que quiebran a un país, sino los ricos”.
Soledad Sganga. Politóloga. UBA