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País colonial

Por  Simón Templar

En tiempos de la década infame, Raúl Scalabrini Ortiz escribió: “Somos un país colonial, una nación sometida. Ésta es nuestra desgracia, nuestra vergüenza argentina. Los hombres realmente libres y patriotas debemos luchar a esta altura de nuestra historia por una patria redimida”.

En esos tiempos el pensador tenía razón, en estos tiempos también. Seguramente algún legislador, quizás un edil o algún gobernador dirá con su mejor cara de yo no fui, que el pensamiento es exagerado.

Pero hagamos cuentas. ¿Por qué somos una colonia? La respuesta es sencilla. Nos endeudamos para satisfacer las miserias de un prescindente y a un FMI nunca satisfecho. Abrimos la importación para decretar la muerte de la industria nacional a cambio de berretas productos extranjeros y baratos. Somos colonia porque castigamos al argentino trabajador, al jubilado argentino, al joven argentino para venerar  a cualquier zapato importado. Somos colonia porque vivimos relaciones carnales con el imperio y  las corporaciones.

También somos serviles, aunque nos duela, lo somos. Incapaces de protestar frente al Congreso para que cumplan con su mandato de representar al pueblo. Nunca un reclamo al ministerio de educación para realizar programas que enseñen a nuestros hijos en lugar de formar tilingos. Justificamos cualquier traición a nuestras convicciones en nombre de la gobernabilidad, el empleo y la mar en coche. Incapaces de reclamar por una justicia justa, después en Facebook decimos “Somos todos Milagros”. Milagro sería que por una vez en la vida salgamos a reclamar sin esperar al jefe político, o la conveniencia del puntero o del cura.

La patria está siendo entregada y nosotros cómodos en nuestras casas. Los jubilados son vejados sin solución de continuidad y sólo reclamamos en un programa de radio. Los líderes del trabajo se alquilan y los trabajadores atinan solamente a llorar y deprimirse. La iglesia critica al gobierno, pero es incapaz de mostrar los dientes frente a un gobierno sin sensibilidad social.

La desocupación sigue en aumento al igual que los suicidios, los homicidios, la inseguridad y la venta de antidepresivos y solo respondemos, “son todos iguales”.

La miseria y la mezquindad han captado y cooptado al político. El oficialismo eligió entregarnos, la mayoría opositora frunce el ceño, protege al amarillo espacio y cobra por caja cinco los viernes por la mañana.

El gobierno está a punto de cumplir el 50 por ciento de su gestión. Las elecciones de término medio se avecinan. Tenemos la oportunidad de empezar a volver a ser país. Por eso cuando elijamos no importa el candidato sino la idea. Y esta no debe ser ni por asomo parecida a la oficialista, sino la colonia se consolidará junto a la desgracia nacional.

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