Por Simón Templar
Carlos Sermorile en un ensayo que se publica en la obra “El pensamiento nacional” explica: “Mientras el vicepresidente Julio A. Roca (h) decía que la Argentina es, por su interdependencia recíproca, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Reino Unido, mientras un miembro de la Comisión argentina que negociaba el tratado de carnes en Londres declaraba que la Argentina es una de las joyas más preciadas de la corona de su Graciosa majestad, y mientras el Príncipe de Gales afirmaba que el porvenir de la República Argentina depende de la carne y el porvenir de la carne depende enteramente del Reino Unido, el manifiesto de Dojorti le demandaba a la clase dirigente de entonces, es decir a la clase propietaria, por desentenderse del pueblo y de las posibilidades de desarrollo que él representaba. La moraleja de aquella década infame es que si la cultura es devaluada y destruida en nombre de un progreso material abstracto, lo que sigue tal vez no sea el “derrame” material esperado, sino la confusión cultural y un devaluado sentido de la iniciativa. Por el contrario, el encuentro de nuestra matriz cultural mestiza con una filosofía política justicieramente reparadora, da como resultado la conciencia nacional hermanada a la conciencia social”.
La pregunta que tenemos que hacernos es, ¿Hasta donde este análisis es correcto? Y la respuesta, tratando de seguir una lógica histórica nos lleva a concluir que el análisis es el indicado.
Cada gobierno liberal, en sus diferentes formatos ya sea democrático o dictatorial, ha intentado vendernos espejitos de colores. La opinión publicada vestida de clase media siempre ha comprado, es más, pretendió vender esos espejitos a los militantes del pensamiento nacional, pero no pudo realizar tamaña estafa.
Nos dijeron en los 70´ que achicar el estado era agrandar la Nación, terminamos endeudados, con alta inflación, sin ninguna esperanza y empobrecidos. También nos llevaron de las narices con un dólar, un peso y “no los voy a defraudar”, terminamos defraudados y más pobres. Con la transparencia de la alianza conocimos el corralito y con la retórica de Alfonsín supimos que existía una hiperinflación. Pasó el breve de Adolfo y el que depositó dólares recibirá dólares hasta llegar a quien puso de pie al país. Luego de 12 años alguien prometió pobreza cero con un globo en la mano y se le otorgó el poder para que destruya todo lo realizado.
Nos mienten y los justificamos, nos empobrecen y criticamos al gobierno anterior. Denostamos a quien nos permitió un crecimiento y bancamos al que no nos incluye, pueblo raro si los hay, el nuestro.
Carlos Semorile analiza esta situación: “Nosotros los argentinos, constituimos un fenómeno de mala información histórica y, por ello mismo, de pésima educación política. Nos han mentido. Nos han persuadido maliciosamente de que nosotros, los criollos, somos indolentes y vagos, nos han convencido de que somos ignorantes e ineptos, incapaces de vivir dentro de un tecnicismo al que se considera superior e incapaces de asimilarnos a toda forma de cultura”.