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Un llamado de alerta a la política

En medio de la belleza arquitectónica y la rica cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una triste realidad se asoma: la creciente cantidad de personas en situación de calle. Fenómeno que no sólo debería despertar la preocupación de las autoridades, sino que además, representa un espectáculo desgarrador que empaña la imagen de nuestra Ciudad ante vecinos, visitantes y turistas. Esta situación no es sólo una cuestión económica; es un problema social que habla de la vulnerabilidad de amplios sectores de la población y de la falta de políticas efectivas que enfrenten esta problemática con la seriedad que merece.

Pasear por las calles porteñas, admirar su arquitectura o disfrutar de un café en San Telmo, Caballito o Recoleta, se ha vuelto una experiencia contrastante. Mientras los tradicionales cafés abren sus puertas a un público diverso, a pocos metros de allí se encuentran hombres, mujeres y niños que buscan refugio en la intemperie. La imagen de una ciudad vibrante se ve opacada por la angustiante presencia de aquellos que no tienen un lugar al que llamar hogar. En cada esquina, en cada plaza, en cada intersección, se repite un ciclo que lejos de solucionarse, parece perpetuarse.

Las estadísticas son escalofriantes. En los últimos años, la indigencia ha crecido de manera alarmante, afectando a niños, ancianos y adultos jóvenes, muchos de los cuales han quedado atrapados en un ciclo de pobreza del que es difícil escapar. La pésima y mal llevada economía nac & pop y la pandemia de COVID-19 exacerbaron esta situación, dejando a miles de personas sin empleo y sin acceso a recursos básicos. Las medidas adoptadas en su momento, ante la crisis sanitaria por el gobierno nacional, muchas veces no fueron sostenibles, dejando a su paso una sensación de desamparo; sumada a la emisión descontrolada con fines electorales y atizar las brasas de la inflación. En el primer semestre de 2024, el porcentaje de pobreza en Argentina alcanzó el 52,9% de la población.

Esta crisis social no solo afecta a quienes la padecen, sino que también genera un impacto en la calidad de vida de aquellos que habitan y visitan la Ciudad. Las miradas de desconcierto y tristeza de los peatones son el reflejo de una sociedad que ya no sabe cómo reaccionar ante el sufrimiento ajeno.

La respuesta del gobierno debe ser decisiva y sobre todo, humana. Es fundamental la implementación de políticas integrales que no solo atiendan a los problemas inmediatos de alimentación y abrigo, sino que también ofrezcan caminos hacia la reinserción laboral y la educación; pudiendo llegar a ser algunas de las herramientas necesarias para brindar una esperanza real a quienes hoy viven en la calle.

La creciente indigencia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es el síntoma de una enfermedad social más profunda: la inequidad y la falta de oportunidades al otro lado de la General Paz. No solo se trata de números o estadísticas, sino de vidas humanas, de sueños frustrados y de la dignidad que corresponde a cada uno de nuestros ciudadanos. Un llamado de alerta a la política se hace urgente.

Francisco Manuel Silva
frsilva50@gmail.com

 

 

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