MINORIA

Por Gabriel Princip.
Dijo Arturo Jauretche: “La oligarquía es una minoría ínfima en nuestra sociedad, son dueños de la tierra, si, pero su mayor poder es el de ser dueños de la cabeza de miles de argentinos de clase media, que, sin tener más tierra que la de los canteros del patio, se comportan como fieles defensores de un modelo que no les pertenece”.
Esta es la explicación más simple, sencilla y concreta para poder entender al votante macrista dueño de su voto, pero inquilino de su casa, de su estatus y de su pertenencia. Sabe que debe estar siempre al lado del rico, para contarlo en la peluquería o en el café. “¿Saben con quién estuve?”, comenzará la frase y terminará con el nombre ya apellido de algún corrupto o famoso cipayo.
Supo decir también el hombre de Lincoln que “la clase media vota bien cuando está mal, pero mal cuando está bien”. Claro que este sociólogo vivió los tres gobiernos de Perón y quizás su pensamiento hubiera cambiado si habitaba el siglo XXI. La diferencia hubiera sido que además de votar mal, siempre piensa y obra mal.
El nativo de clase media cree que se acerca a la clase alta porque vive en una casa de material, aunque sea alquilada. Porque va de vacaciones igual que el de clase alta, claro que uno va a San Clemente y el otro a Miami. Compran el mismo diario entreguista y la misma revista que promociona palacetes y vidas sin contenido de hombres y mujeres sin expresión alguna.
¿Cuántas empleadas por hora, que duermen en el gran Buenos Aires, y son explotadas en Barrio Parque emiten su voto igual que el patrón? Por estar cerca piensan, equivocadamente, que son del mismo equipo por eso deben votar al mismo candidato. Lo que no entiende la empleada es que mientras el señor come en el comedor, ella lo hace en la cocina. Mientras su jefe es atendido, ella atiende, mientras su amo deja una propina, para fanfarronear delante de sus amigos igual al sueldo de la muchacha, ella solo sonríe y aplaude las hazañas del señor.
Tampoco Jauretche vivió en la concentración de medios que existe en la actualidad y todos con un solo eje editorial, antiperonista. Hoy no se podría explicar porque el 40 por ciento de la gente encuestada cree que la situación con el FMI fue obra de Alberto y no de Macri. Cuarenta por ciento, el mismo porcentual de votos de Macri en la última elección.
Hoy el votante amarillo sigue a Patricia Bullrich con sus marchas antivacunas, y al mismo tiempo se encolumna detrás de la misma dirigente en las marchas por la vacuna Faiser. En una palabra, marchan detrás de una montonera casada con un servicio del Mossad en contra de algo y a favor de lo mismo, pero de la marca yanqui. En una palabra, el votante amarillo es eso, alguien que insulta, que no piensa y que se coloca detrás de cualquiera que este en contra del peronismo. El problema que tiene, además de no pensar ni razonar es que una vez que ayude a la derecha a encaramarse en el poder nuevamente, será un convidado de piedra.
Los amarillos en el gobierno dictaminarán que Caputo se haga cargo de las obras, que Lewis le ponga un precio a la luz, que la Shell haga lo propio con la nafta y que sus dirigentes puedan mentir y robar que los jueces se comportarán como caballeros. No, no me olvidé del votante. Lo dejé al final, el medio pelo votante de estos sicarios de la política estará habilitado para pagar fuertes tarifas, disminuir su poder adquisitivo y quedarse sin trabajo. Es así muchachos media clase ustedes sigan vigilando como perros guardianes los palacios de sus amos, pero dormirán afuera, como siempre. ¿No le parece?