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La salud mental de Biden empaña su primer aniversario.

Por Margarita Pécora B. —

Una pregunta provocadora del periodista de Newsmax James Rosen, al presidente de los EE.UU. Joe Biden durante una reciente rueda de prensa, vino aponer el dedo en la llaga a un tema que no solo evade, sino que irrita al inquilino de la Casa Blanca, cuando se le indaga sobre su estado de salud mental.

El tema reflotó la inquietud y los recelos que acumulan y agitan no solo los adversarios del mandatario norteamericano que sucedió a Donald Trump, sino a una buena parte – casi la mitad de las personas registradas con las listas electorales, dicen que Biden “No está mentalmente en forma”.

Por supuesto que sacar a la luz un tema tan delicado para el  presidente de mayor edad que ha prestado juramento como tal frente al pueblo estadounidense, le  quitó el brillo con que pretendía celebrar su primer año en la presidencia   de los Estados Unidos de América,  tiempo en el que se abocó , también bajo juramento  ante el pueblo  que más víctimas mortales cobró la pandemia del Covid-19, a recuperar  la economía  seriamente afectada, mientras intentaba desde el plano internacional recomponer las relaciones que Trump dejó  maltrechas con potencias y competidores comerciales, como China y Rusia, y  cumplía tal como prometió, la salida de los soldados norteamericanos de Afganistán.

Otro objetivo clave del presidente Biden en este año que cumple, fue la política migratoria en la frontera Sur, aspectos en los que no cabe dudas que trabajó tesoneramente, aunque algunos analistas evalúan de reacción tardía, la visita de la vicepresidenta Kamala Harris a enfrentar la crisis migratoria en  el Paso (Texas) donde revisó las instalaciones locales de la Oficina de aduanas y Protección Fronteriza luego de haber ido también, cinco meses después de la asunción presidencial, a Méjico y  Guatemala considerados epicentro de la emergencia humanitaria.

Pero volviendo a la celebración del primer año de mandato presidencial de Biden que algunos observadores equiparan de a tres los logros y frustraciones, contando entre los primeros el que pudo instaurar un salario mínimo federal de US$15 por hora, estudios universitarios gratuitos para la mayoría de los estudiantes, aumentar los recursos federales destinados a salud y educación.

A pesar de ello la lupa escudriñó con insistencia la capacidad  cognitiva del presidente demócrata, y crecieron las  alusiones a rasgos de demencia  senil,  rastreando  cada palabra de sus copiosos discursos, o cada movimiento al descender las escalerillas de los aviones que abordó para recorrer varios países en este primer año, temiendo o deseando-depende del interesado- que el mandatario sufriera una fuga mental y olvidara  pisar algún peldaño.

“Quisiera abordar un tema delicado, pero con el mayor respeto por lo que ha logrado en la vida y el alto cargo que ocupa. Una encuesta publicada esta mañana por Politico-Morning Consult revela que el 49% de los votantes registrados en las listas electorales no está de acuerdo con la afirmación ‘Joe Biden está mentalmente en forma’», indicó así el periodista, al señalar que incluso la mayoría de los demócratas que respondieron «no afirmó firmemente esta declaración».

“Te dejo juzgar si tienen razón”, cortó el jefe de Estado, tratando de evadir la pregunta por venir. Pero James Rosen continuó: «¿Por qué cree que segmentos tan grandes del electorado estadounidense han llegado a albergar preocupaciones tan profundas sobre sus habilidades cognitivas?»“No tengo idea”, respondió el jefe de Estado tajante.

Así reflejan las fuentes este cortocircuito entre el periodista y el presidente Biden, y uno se pregunta  ¿será que se equivocaron  nuevamente los ciudadanos norteamericanos que dieron el voto mayoritario a Biden sabiendo que su avanzada edad podría afectar el normal ejercicio de  funciones de tan alta envergadura, como es conducir los destinos de una potencia mundial como la estadounidense?

Pues se equivocaron dos veces porque  los que eligieron a Donald Trump como presidente, tienen sobradas pruebas de que  el mandatario fue considerado un narcisista en potencia, con algunos desordenes de personalidad, evidentes en las agresiones a la prensa y otras conductas en público donde se mostró intolerante a las críticas y despreciativo hacia los demás. Se equivocaron también, porque Trump con su fijación en fantasías de poder, éxito y atractivo físico, pasó llevándose todo lo que encontraba por su camino, hasta poner en peligro incluso las relaciones internacionales de EE.UU. con el resto del mundo.

De Trump también dijeron los analistas, que era “grave su inestabilidad emocional, evidenciada por sus discursos y acciones, y que ello lo incapacitaba para desempeñarse como presidente”.

Lamentablemente por las implicaciones  para el mundo, no  es “mala suerte” como ya creen algunos, sino mala elección de los votantes norteamericanos de sus candidatos a presidentes.

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